En medio del caos desatado por el COVID–19, alrededor del mundo se impusieron medidas draconianas limitando las libertades individuales, entre estas las económicas. Un estudio recientemente publicado por Vincent Geloso señala que los países económicamente libres imponen menos obstáculos a los empresarios para que estos prueben nuevas soluciones y que una vez que la pandemia desaparece se recuperan más rápido. El estudio se concentra en la pandemia más letal del siglo XX, la de la influenza española, que empezó en 1918, mató al menos 50 millones de personas e infectó a cerca de 500 millones de personas.

Geloso sostiene que una mayor libertad económica conduciría a una mayor resiliencia frente a una pandemia, dando a los actores económicos el espacio para redirigir los recursos de acuerdo con la nueva realidad. El autor cita un estudio que analizó 175 países y 212 crisis macroeconómicas entre 1993 y 2010, y encontró que las economías más libres rebotan con mayor velocidad luego de las crisis macroeconómicas.

Utilizando un índice de libertad económica enfocado en los derechos de propiedad, la apertura comercial, las cargas regulatorias y el moneda sana, Bologna Pavlik y Geloso rastrearon la libertad económica para estos 175 países hasta la pandemia de 1918. Observaron el crecimiento económico entre 1901 y 1929, controlaron para shocks externos como la tasa de mortalidad de la pandemia –asumiendo que a mayor mortalidad, mayor perjuicio económico–, el impacto estimado de la Primera Guerra Mundial y el papel de un gobierno democrático. Los autores encontraron que un punto extra de libertad económica (en una escala de 0 al 10) mitigaba entre un 15 y 18 por ciento del daño económico (ya sea en el nivel de ingresos o la tasa de crecimiento) infligido por cada muerte adicional.

Geloso señala que dentro de los componentes de la libertad económica los más importantes resultaron ser los derechos de propiedad y las cargas regulatorias: “La seguridad en los derechos de propiedad nos revela la capacidad de los empresarios de apropiarse de las ganancias producto de sus esfuerzos y toma de riesgos, mientras que las cargas regulatorias nos revelan los costos de realizar estos esfuerzos. En otras palabras, los países económicamente libres hicieron que haya una mayor recompensa por experimentar con soluciones de adaptación a la pandemia, las cuales a su vez aliviaron el sufrimiento inducido por la pandemia”.

Así como una gran prueba de la calidad de una construcción resulta ser un terremoto, para un sistema económico estas resultan ser los shocks externos como las pandemias. El premio nobel de Economía F. A. Hayek decía que la superioridad de un sistema económico en relación con otros está determinada por su capacidad de adaptarse a lo “imprevisible e impredecible”. Geloso concluye diciendo que “este es el punto menospreciado de la pandemia del COVID–19. Una pandemia está llena de incertidumbre, y el ajuste requiere de información nueva. Ese descubrimiento es más veloz en un sistema que descentraliza la toma de decisiones permitiendo que los empresarios, trabajadores, personal médico y consumidores experimenten con las soluciones. Esas soluciones, observadas por otros, luego pueden ser mejoradas”. (O)