Nayib Bukele es el presidente con más aprobación de América Latina. Su popularidad se extiende mucho más allá de las fronteras de su país. El gobierno del mandatario salvadoreño ha hecho una impecable propaganda para informar su estricto, y excesivo para muchos, régimen carcelario. Lo anterior contrasta con lo que suelen hacer otras naciones que pretenden ser prístinas cuando de derechos humanos se trata.

Derechos humanos a la medida

Las cárceles de un país dicen mucho de su sociedad. Se habla con frecuencia del sistema penitenciario de países como Finlandia, donde el enfoque del mismo gira en torno a la rehabilitación -pero en serio- de quien comete delitos. Allá, no se trata de endulzar la imagen del delincuente, no son víctimas de la sociedad. Muy por el contrario, se aborda el delito con realismo y se emprende un proceso de reeducación y no solo de castigo. ¿Qué nos dice todo esto de los finlandeses?

El sistema carcelario que ha implementado el presidente salvadoreño hasta ahora dista muchísimo del finlandés. Se centra en el castigo, en el sufrimiento como método de corrección y en el abuso de la fuerza para mantener el orden. ¿Qué nos dice todo esto de los salvadoreños?

La gran vacante

Le pido, querido lector del Diario EL UNIVERSO, que no nos entrampemos pensando que una sociedad es buena y desarrollada y que la otra es mala y menos evolucionada, la respuesta no va en ese sentido.

Creo profundamente que la exposición, constante y sin atenuantes, de un finlandés a la realidad de un salvadoreño le haría pensar más o menos parecido a este último. Y viceversa. Habiendo vivido tantos años en el extranjero, he visto este fenómeno incluso en mi persona. La relevancia que le damos a la libertad, la seguridad, la pertenencia y otros elementos necesarios cambia dependiendo del contexto en el que nos encontramos.

Memoria frágil

La respuesta nunca es fácil y menos cuando está en juego... salir de casa sin miedo.

El fracaso de las políticas de seguridad en la mayoría de las naciones de América Latina ha ayudado a que millones admiren a regímenes como los de Bukele, regímenes que de forma notoria y sin tapujos ponen en riesgo libertades de sus ciudadanos a cambio de seguridad.

El Gobierno salvadoreño ha sido acusado de cuestiones lúgubres como apresar a personas inocentes y, pese a todo, su popularidad se mantiene. Pero ¿está cerca ese Gobierno de apresar a disidentes políticos?, ¿a críticos?, ¿a periodistas? Espero que no, aunque en mi experiencia los regímenes similares terminan por encarcelar a todo aquel que no les agrada y así se convierten en una amenaza a la libertad de todos los habitantes de un país. ¿Qué tanta importancia le dan los admiradores de Bukele a esa posibilidad?

La crisis de seguridad que habita en Ecuador debería obligarnos a preguntar: ¿Qué elementos de la vida nos son fundamentales? ¿Qué tanto estamos dispuestos a ceder para que esos elementos se cumplan? ¿Esta crisis es algo que nos motivaría a votar por un candidato presidencial que prometa ejecutar algo similar a lo que Nayib Bukele ha creado en El Salvador? La respuesta nunca es fácil y menos cuando está en juego algo tan básico y primordial como poder salir de casa sin miedo. (O)