Una de las mayores preocupaciones para quienes creemos en la democracia es la polarización que domina el escenario político, pues no permite la convergencia de opiniones y merma la búsqueda de consensos.

Entre los seres humanos es normal discrepar; lo valioso nace de su capacidad para encontrar soluciones mediante el análisis ponderado de las variables, buscar las mejores opciones disponibles y evitar una escalada emocional en la formulación de estrategias.

En la relación humana debe existir coherencia, paciencia, comprensión y solidaridad para generar los cimientos de una coexistencia.

La paralización engendrada por esta incapacidad de “tratar de entendernos” se ha convertido en una “lógica ilógica”, en la que sumar es visto como negativo, y el enfrentamiento permanente, como un factor positivo.

El oponerse por oponerse es la norma. Hoy es normal predicar: “Estoy en contra de los que están en contra y en contra de los que están a favor”, que era sinónimo de no estar de acuerdo con ninguno de los dos extremos, sino buscar una posición intermedia entre los polos. El predominio de estas actitudes de la “suma cero” se ha convertido en una afrenta a la democracia y nos está llevando a un cataclismo.

Las guerras, la violencia, las crisis constantes son el resultado del inmovilismo que provoca la polarización. Los tiempos no nos acompañan a los demócratas que creemos en la construcción de nuestras sociedades mediante acuerdos entre los actores diferentes de nuestras sociedades y no mediante la imposición.

Para que una democracia occidental funcione se debe tener claro que la mayoría decide en las urnas el camino por el cual se debe proyectar la nación y todos debemos “mojarnos el poncho” para salir adelante.

En el libro Las razones de nuestra polarización, su autor, Ezra Klein, sostiene que la “lógica de la polarización” es buscar apoyo en los extremos, en los actores políticos y en las instituciones para que se sientan únicos, solo identificados consigo mismos, con sus creencias y sus valores aparentes. Los “otros”, los que no piensan igual, los que ellos creen que no son dignos de ser como ellos, no son la oposición constructiva, sino sus enemigos.

De allí nace ese sentimiento de polarización radical, de la guerra sin cuartel que divide a los hermanos de la nación, a las familias y produce una ruptura social que lleva a la confrontación y puede derivar en la violencia.

La polarización es el tema del momento. Lo vemos en lo nacional y en lo internacional. Vivimos en una era donde los radicalismos se proyectan en las cajas de resonancia de nuestras redes sociales, en los medios de comunicación y reafirman la separación y no la búsqueda de soluciones alcanzadas mediante consensos. Esa es la ideología de la polarización que nos está destruyendo. Es hora de buscar acuerdos y mirar el futuro con determinación y compromiso. (O)