“No veas el teléfono, dime lo que tú sabes”, decía recientemente un viejo periodista, en su programa radial, a su joven asistente a la que estaba tratando de integrar al debate de un tema de actualidad noticiosa. Y la joven reconoció que esa exigencia la estaba obligando a retener y relacionar hechos, lo que su generación había descargado en los megas y los algoritmos de la era digital. Y se sentía bien. Sentía que se consolidaba en el mundo de la información responsable al tener suficientes elementos de juicio y romper la smartphone-dependencia de la que adolecen sus pares.
La exigencia del viejo periodista podía sentirse autoritaria. Antipática. Decadente. Pero todos esos calificativos caen cuando acompañó su pedido con una reflexión que, palabras más, palabras menos, planteó que esta naciente generación de comunicadores no puede delegar en un aparato lleno de conexiones la capacidad de almacenar lo que debería guardarse en la memoria real del propietario del aparato, para que las neuronas hagan su ejercicio diario de conectar hechos. Muy válido consejo.
“El criterio no lo venden en las boticas”, decía otro viejo periodista cada vez que un corresponsal le hacía llegar un escrito fallido de algo que era tan distante que no reunía elementos noticiables. Y cuánta razón tenía. Quizás ahora, parafraseándolo, podría agregar que el criterio no viaja por algoritmos ni se lo puede expandir como se hace con las memorias de las computadoras. Es lo que nos distancia significativamente (aún) de las máquinas: es que no pueden razonar y sustentar una percepción. Espero ser testigo primero de que la tecnología pueda transmitir, a través de las pantallas, olores y sensaciones que lleguen a los sentidos del olfato y tacto, antes que presenten la primera máquina criteriosa.
Más cuando me acabo de informar de que un estudio realizado por la prestigiosa BBC y la Unión Europea de Radiodifusión muestra que un 45 % de las respuestas de los asistentes de IA presenta errores significativos al responder sobre hechos noticiosos. ¡45 de cada 100! ¡Casi la mitad! O se puede interpretar que es ¡una de cada dos noticias! Escandaloso.
Y dentro de esta medición se encuentra que tres de cada diez noticias hechas con IA muestran falta de claridad en el momento de citar fuentes, la malinterpretación de los datos y la atribución incorrecta. ¡Fuentes válidas!, ¡las benditas fuentes válidas!, como dirían mis alumnos universitarios que, a fuerza de mucha insistencia, entendieron y aceptaron que las fallas en el origen de la información pueden causar daños irreversibles en la reputación del sujeto-noticia. Si aún parece poco, una de cada cinco informaciones investigadas presentaban casos de alucinación e imprecisiones. Interpreto que se refiere a mitomanía.
Pero a pesar de la preocupación que significa entregar nuestra confianza a una IA que en noticias evidentemente aún no pasa la prueba, los genios de la tecnología siguen ajustando sus sistemas. Mientras, nosotros no debemos dejar de motivar a los centennials y millennials a hacer ejercicios mentales y usar la memoria con la que nacieron, antes de tomar el smartphone como rector de sus vidas. (O)











