Si usted va a una gran tienda como Supermaxi o Mi Comisariato encontrará un buen servicio, pero no exceso de personal. Si va a un gran hotel aquí o en el exterior, igual. Si va a las oficinas de una aerolínea encontrará gente atenta, pero no exceso de personal. La razón es muy sencilla: los gastos ordinarios o corrientes se cuidan, pues de otra manera disminuye la utilidad de los accionistas, y estos, sin perjuicio de su responsabilidad social, procuran la mayor utilidad posible, lo cual es completamente legítimo. El número de personas trabajando en una institución pública o en una privada debe ser el necesario para el cumplimiento de los fines institucionales. Ni uno menos, ni uno más. Si en una institución pública hay exceso de personal el gran sacrificado es el servicio público que presta: lo que se gasta en ese exceso, que es permanente, afecta la inversión en la prestación del servicio, que también es permanente. Por consiguiente, cualquier proyecto de reforma institucional debe priorizar el análisis del gasto en exceso en personal. Pues si se “salta” este análisis la reforma institucional a plantearse arrastrará el mismo problema: un gasto permanente incoherente con los fines institucionales.

Para salvar el IESS

Recuerdo el caso del Banco del Pacífico: el gobierno de la época decidió contratar una administración privada. Entiendo que el honorario era alto, pero el resultado fue excelente, buenas utilidades, cero influencias políticas, personal necesario. Salió la administración privada y el resultado fue distinto: un brutal exceso de personal, irracionalidad en la estructura del banco, disminución de utilidades. Cuando volvió el cambio de administración hubo que invertir mucho dinero en liquidaciones de empleados en exceso, reducir la estructura del banco, y los buenos resultados regresaron. Moraleja: los dineros ajenos, más aún si son públicos, hay que administrarlos como propios, sin ligerezas, buscando siempre el correcto y eficiente cumplimiento de los propósitos institucionales.

Con $ 250 del Estado para cada afiliado, aportes y ahorro para la vejez se constituirá la jubilación, según la propuesta de reforma al IESS

La plata del ITT al IESS

El caso del IESS es patético: la Constitución de 1998 ordenó iniciar un “profundo proceso de transformación para racionalizar su estructura, modernizar su gestión… recuperar su equilibrio financiero… para que cumpla con los principios de la seguridad social y entregue prestaciones y servicios de calidad, en forma oportuna y eficiente”. Huelgan los comentarios. Casi 25 años después estamos en las mismas, y con alrededor de 36.000 empleados, según recientes declaraciones del presidente del Consejo Directivo. El IESS ha sido víctima de sus administradores y de la pasividad de sus afiliados. El resultado es un desastre institucional que se visualiza por todos lados, a pesar de los esfuerzos de quien lo preside. Recuerdo muy claramente que la comisión interventora que quiso modernizar al IESS, en aplicación de la Constitución de 1998, terminó huyendo, pues fue acusada de un delito cuya comisión no era creíble. Su “pecado” fue grande: quiso transformar al IESS.

Modernizar al IESS exige considerar todos los factores. También los incómodos. Persignarse y encomendarse a Dios. (O)