Y lo que tenía que pasar, pasó, la quiebra del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) llegó y las pensiones a los jubilados dejará de pagarlas en tres años. Se abusó de la liquidez que tenía por los aportes mensuales de patronos y empleados. Se invirtió mal, se entregó su manejo a los favorecidos del gobierno de turno, para que hicieran flores de su dinero, y el Estado dejó de aportar su contribución del 40 % de los aportes patronales a las pensiones, creada por el presidente Arroyo del Río para que el Seguro Social compensara el déficit actuarial y fuera viable.

El Gobierno constituyó una comisión de expertos económicos que buscaran solución al problema, y, ¡eureka!, la encontró: que los empleados trabajen cinco años adicionales antes de hacerse acreedores al derecho a jubilarse; y otras gracias más, como la de que los trabajadores autónomos, independientes, tengan que afiliarse al IESS obligatoriamente, les guste o no les guste, lo que constituye un atentado contra la libertad.

A los comisionados les hemos escuchado decir que ellos han presentado sus recomendaciones y es decisión política del Gobierno aplicarlas o no. Como era previsible, las centrales de trabajadores las han rechazado. Si cualquier gobierno, actual o futuro, intentara aplicarlas, la violencia social sería incontenible. Hace pocas semanas el Gobierno de Francia aumentó en dos años el tiempo de aportaciones necesario para la jubilación y ese país se incendió.

El Ecuador, con una economía fiscal tan estrecha, no está en capacidad económica de aportar para solucionar la quiebra del IESS; ni ahora ni mañana. Mucho menos podrá hacerlo si, alegremente, por decisión popular, se entierra el petróleo del ITT y el país, voluntariamente, se empobrece más. Mientras las grandes potencias económicas, los grandes productores de petróleo, siguen explotando y consumiendo hidrocarburos, una gran cantidad de ecuatorianos, quijotescamente, quieren renunciar a hacerlo. Esos fondos podrían muy bien, si no fortificar la caja fiscal, evitar la quiebra del fondo de pensiones del IESS, lo que arrastrará a la miseria a millones de ecuatorianos.

Al conocer la quiebra del IESS, alaridos de espanto han proferido sus afiliados. Igual espanto sienten los trabajadores autónomos, independientes, a los que se quiere obligar a afiliarse al IESS. La gran mayoría ha escogido no hacerlo, por las razones que fuere, entre ellas, porque se sabe que para obtener un turno en los servicios médicos del IESS tienen que pasar meses. Y, hoy, que se ha hecho pública la quiebra del Seguro Social, tendrían que encadenarlos para llevarlos al matadero. Las recomendaciones parecen hechas en un frío laboratorio sin contacto con la realidad, pero, al menos, han hecho conocer a la ciudadanía la terrible realidad. Y como el Estado no cuenta con recursos para solventar la quiebra, me atrevo a proponer que las utilidades que se obtienen del ITT no sean enterradas y se destinen a la seguridad social.

Las pensiones se pagan en efectivo; en las tiendas no reciben bonos blancos, ni verdes, ni azules. (O)