El totalitarismo tiene los siguientes elementos: una sola ideología política, cuya estrategia es la propaganda para el adoctrinamiento a masas, empleando su propio lenguaje; un solo partido político, con partidarios incondicionales, estructurado para controlar los poderes de un Estado, todas las actividades humanas y, sobre todo, los medios de comunicación y libertad de expresión; y, lo más importante, que el líder y sus discípulos no rindan cuentas.

La historia develó la existencia de sistemas totalitarios a nivel mundial, como el de la antigua Unión Soviética, que llegó a establecer el prototipo comunista del “hombre soviético u Homo sovieticus”, denominado así sarcásticamente por Aleksandr Zinóviev (1922–2006), sociólogo ruso. Este sistema instauró en Siberia campos de concentración para que los opositores políticos junto con delincuentes comunes realizaran trabajos forzados; salió a la luz en la obra Archipiélago Gulag, publicada en 1973 por el perseguido escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn (1918–2008), Premio Nobel de Literatura en 1970, después de que la KGB requisara una copia a su secretaria, que fue torturara y que luego, dicen, “se ahorco”. Durante el proceso de escritura de este libro, el escritor vivió una odisea, porque era perseguido por todo el poder totalitario.

Actualmente, Rusia, según analistas, tiene como objetivo recuperar el estatus de actor global mediante las estrategias de diversificar las relaciones exteriores, contrarrestar el poder de los Estados Unidos y crear un orden multipolar. Algunos desean el retorno del hombre soviético.

En nuestra región, Rusia se relaciona políticamente con Cuba, Nicaragua y Venezuela, y muy poco comercialmente por la escasa producción y pobreza de estos, resultado de sus malos Gobiernos. Quizás la gran diferencia radica en que sus líderes gobiernan para sus incondicionales y son malos aprendices del distorsionado perfil del hombre soviético, sumado a la corrupción e impunidad. Nuestro país también tuvo un Gobierno que trató de instaurar un sistema totalitario, pero ventajosamente el proceso se interrumpió por la acción de un arrepentido del mismo grupo político que lo llevó a la Presidencia, pero aún este grupo y su líder pretenden retomar el poder político por cualquier medio.

Ese Gobierno, en el cual su líder proclamaba ser el máximo jefe de todo el Estado, atentó contra la libertad de expresión; el caso más icónico fue la sanción desproporcionada sobre el Diario EL UNIVERSO. Luego de muchos años, la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló en su favor y en contra del Estado. “(…) concluyó que el artículo ‘No a las mentiras’, publicado por Palacio sobre los hechos ocurridos el 30 de septiembre de 2010, constituyó un ‘artículo de opinión’ que se refirió a un asunto de interés público, (…)”; además, dispuso el reintegro de 400.000 dólares a los afectados. (EL UNIVERSO, 21 de diciembre de 2021).

¿Habrá una justa acción de repetición contra los responsables de la injusticia? Asumo que serán los jueces, a pesar de que el demandante fue el expresidente Correa.

¡Cuidado con falsos líderes que no son responsables de nada! (O)