La referida enfermedad del banano se inició hace algunos años en distantes territorios del sudeste asiático allá por los años 90 del siglo pasado, llegó al continente americano en el 2019 y se posó en el norteño departamento colombiano de La Guajira, para luego aparecer en Sullana, Perú, en marzo del 2021, y, finalmente, asomar en Ecuador en una finca del cantón Santa Rosa, en la provincia de El Oro. Según han calculado los expertos y lo ha recogido la literatura internacional, el maligno se moviliza a una velocidad de 100 kilómetros por año (Sumatra 2007), lo que grafica su gran capacidad de propagación, dejando como tarea a mis acuciosos lectores el fácil cálculo del tiempo que tomaría, de no frenarse el foco de El Quemado, para contaminar toda el área bananera y platanera de nuestro pequeño país.

Siguiendo esa línea de preocupación, vale recordar las palabras de Miguel Dita Rodríguez, científico fitopatólogo brasileño, cuando caracterizó al patógeno como un enemigo silencioso, artero, que permanece agazapado esperando la primera oportunidad ambiental o los desequilibrios microbiológicos de la parte viva de los suelos, para lanzar sus demoledores e incontenibles zarpazos, penetrar sigilosamente por las raíces y destruir fácilmente las musáceas comestibles, solo contenible con obras físicas de alto costo, razón por la cual gobiernos comprensibles y empresas imbuidas de su alcance pugnen por incorporarse a los avances científicos y descubrir tipos genéticamente resistentes que además mantengan las virtudes gustativas del banano y su pariente el plátano, ambos de trascendental importancia social y económica para nuestros pueblos.

Ojalá los esfuerzos públicos y privados alcancen esos objetivos, pero hasta tanto el mal tiene que ser contenido por todos los medios posibles, como poner en vigencia una gran campaña que fortalezca los suelos, cuantificar los microorganismos presentes, activar los beneficios que otorgan carácter supresivo a los suelos, aumentando la capacidad natural de defensa y estimulando la resistencia de los cultivos. En paralelo, no deben cesar las tareas de capacitación a las que deben incorporarse las universidades y con mayor énfasis las de orientación agrícola como la Universidad Agraria del Ecuador, que cuenta con recursos humanos y económicos para movilizarse sin reparos.

El apoyo de la prensa ha sido invalorable, como el demostrado por EL UNIVERSO, primero en evidenciar artísticamente la enfermedad (Bonil) y en un conceptuoso editorial central, siendo plausible el foro abierto, en línea, amplio, sin costo, ni derecho de admisión, que realizará El Diario de Portoviejo el próximo 16 de octubre, conmovido por la situación del moko, que ha tomado casi toda la superficie platanera provincial, heroica protagonista del cultivo en su emblemático cantón El Carmen, capital mundial de esa exquisita musácea, materia prima para la elaboración de muchas presentaciones alimenticias que prefieren hasta los más exigentes sibaritas del mundo. En el evento participarán técnicos ecuatorianos de larga formación y experiencia que de manera voluntaria han comprometido su patriótica colaboración. (O)