Las cosas se están dando para que desaparezca el Ecuador petrolero y dolarizado.

Nunca manejamos de manera óptima nuestra riqueza petrolera, pero el rumbo hacia lo peor se lo emprendió en 2006 con la confiscación de los activos de Occidental. Luego en el correato se confiscaron las utilidades de las otras petroleras privadas y con ello se puso fin a su inversión. A Petroecuador el Gobierno central la obliga a entregar todos sus ingresos para saciar su apetito y no quedan fondos para invertir en exploración.

Desde entonces hemos consumido las reservas petroleras sin sustituirlas. Petroecuador busca compensar la caída de la producción incorporando el último bloque petrolero sin explotar, el ITT. Pero la Corte Constitucional aprueba una consulta popular para desmantelar la infraestructura y cesar la producción.

Sin el aporte del ITT se reducirá la producción nacional de petróleo. También la exportación cuyo valor sería menor al de las importaciones de combustibles. El Ecuador dejaría de ser un país petrolero.

A corto plazo nada puede reemplazar al ITT ya que la Corte también ha frenado la minería industrial. La producción de nuestra riqueza aurífera y cuprífera demorará en llegar, si es que logra superar los obstáculos. El fin del ITT nos hará bajar un escalón en el nivel de vida.

El cierre del ITT golpeará al fisco: no recuperará los $ 1.500 millones que costó la infraestructura y deberá gastar otros $500 millones para desmantelarla. El sector público, no solo presupuesto, perderá rentas anuales que en 2022 fueron de $ 1.200 millones. Será un golpe más a la ya deteriorada situación del fisco, cuyo déficit se abre e incurre en atrasos en el pago de sus cuentas. El Estado no estaría en condiciones para afrontar un El Niño ultrafuerte como el 97-98, de darse.

¿Quién enfrentará esta situación? La crisis política recortó el periodo de Lasso a cinco meses y su sucesor tendrá año y medio, motivado a no hacer olas para mantener popularidad y ser reelecto en 2025. Son dos gobiernos de corta vida poco propensos a tomar medidas de fondo, como cortar el desperdicio en el gasto público, reducir el subsidio de los combustibles o elevar el IVA (en el orden de nuestra preferencia).

Al menos tres presidenciables manifiestan que hay como resolver el problema sin dolor: tomando reservas internacionales para financiar el gasto público. El Banco Central (BC) no tiene plata, denomina reservas al dinero de depositantes en bancos y cooperativas que instituciones financieras tienen depositado en el BC.

Cuando Rafael Correa tomó parte de nuestros depósitos y se los gastó para frenar el aumento de las importaciones que se daría producto de ese gasto, gravó las importaciones con salvaguardas e impuestos. Como consecuencia todo subió de precio. De repetirse el asalto, sucedería igual. Además, los bancos y cooperativas no podrían atender a sus depositantes en caso de retiros masivos a no ser que en parte entregaran papeles del Estado.

Una medida así de destructiva le permitiría al Gobierno cubrir las necesidades de 2024. ¿Y para 2025? ¿Lo mismo? Una vez consumido los dólares, no sería factible mantener la dolarización.

En ese camino vamos. Pero esta tragedia puede evitarse. Hay que frenar y dar vuelta en U. ¿Quién lo va a hacer? (O)