Nos acostumbraron a vivir en permanentes estados de emergencia, por uno u otro motivo, justificables o no, no hay época del año libre de aprietos complicados que obligan a buscar salidas en contratos apresurados que casi siempre terminan fallidos, sin que satisfagan las explicaciones de las urgencias que los motivaron. Ocurre que tales situaciones fueron predecibles en inobservadas planificaciones técnicas, incluyendo el fenómeno natural o evento de El Niño, que aparece con periodicidad determinada de forma científica hasta predecir su arribo, quedando por definirse su intensidad y duración.
También encierran total evidencia los estragos del cambio climático, con su típica manifestación de calentamiento, del que no se escapa ninguna región ni especie viva del planeta, hechos indiscutibles que obligan a los Estados a tomar acciones preventivas con énfasis en el abastecimiento de alimentos, fundamento para mantener reservas de granos en centros de almacenajes públicos que Ecuador dejó de tener como cautelares reservas estratégicas, de gran utilidad en épocas de escasez.
Lea las últimas noticias sobre los apagones en Ecuador
En la línea de precaución hemos revisado un interesante trabajo del ingeniero eléctrico ecuatoriano Juan Saavedra Mera Msc, con especialización en universidades extranjeras, vicentino y politécnico por antonomasia, en el que demuestra que la delicada realidad deficitaria de electricidad, agravada con cortes y desesperantes apagones, son consecuencia del incumplimiento de planificaciones que asignaron su principal causa al bajo caudal o estiaje de las cuencas hidrográficas que nutren las turbinas generadoras localizadas en la cordillera oriental de los Andes que responden a bajas y hasta inexistentes lluvias en periodos de recurrencia anual, con una duración de cuatro meses a partir de octubre, en normalidad suplirían el 90 % del consumo nacional, el 10 % restante debe ser cubierto con energías térmicas o por vías menos contaminantes, aún no desarrolladas.
La base de la programación debe ser, aparte de la demanda, la magnitud del estiaje complementada con la capacidad de generación térmica que registre el país; la actualización del Plan Maestro del año 2019 confirmaba que existiría una falla energética desde el año 2023, o sea el desabastecimiento que ahora padecemos, radicalizado en el incumplimiento de la puesta en marcha de plantas termoeléctricas como la termogás Machala con 190 MW, contratada el 2013 y prevista de operar el 2015, la de ciclo combinado de 400 MW en Monteverde o Posorja; tampoco se concluyó Toachi-Pilatón 254 MW, contratada en el 2010 para funcionar el 2015 y el bloque de energía renovable de 500 MW, estando lejano el debut del proyecto solar El Aromo, mientras el parque térmico de Guayaquil y Santa Elena permanece un 40 % fuera de servicio.
Fueron 1.300 MW en proyectos abortados que debieron estar en acción entre los años 2019 y 2023, suficientes para no importar desde Colombia energía mucho más costosa, de insegura y fluida provisión, por obra y gracia de la imperdonable negligencia del actual y anteriores Gobiernos, cuya conducta debe investigarse y establecer ejemplarizadoras responsabilidades. (O)