En el contexto de la Ley de Economías Criminales que tanto experto del tópico de turno ha hablado, es importante entender de qué va todo esto, ¿realmente estamos claros qué significa economías criminales? ¿Puede usted mi querido lector definir qué es la seguridad (término totalmente subjetivo)? ¿Ha habido naturalización del crimen organizado en el paisaje de un país sangrante?
Hoy no quiero ni voy a opinar, en esta columna, solo quiero aportarle algunos ángulos que le permitan crear su propio criterio, evaluar y entender mejor las posturas.
Las economías criminales, en todo el sentido de la palabra, funcionan como una gran empresa legalmente constituida, diversifican “inversión”, buscan “nichos de mercado”, buscan rentabilidad, y se instalan donde puedan operar “con garantías”, la diferencia es que todo esto lo buscan en el terreno de la ilegalidad, los grupos criminales entendieron mucho más rápido que el Estado que deben diversificar su actividad criminal y de una forma especializarse en algo específico, tráfico, producción, repartición, etc.
Entendieron que para que la rentabilidad exista necesitan captar consumidores de su bien o de su servicio (porque sí, así ellos también tienen esa dinámica).
El Estado y la sociedad en general deben “desnarcotizar” las economías criminales, pero todo asumimos que es narcotráfico, cuando la inversión criminal también está en la minería ilegal, el tráfico de armas, la explotación sexual, la trata de personas, la trata de migrantes, etc., por lo que limitar y enfocar el combate con normativa punitiva y no preventiva, y en una sola área está de por más errada.
Existe un planteamiento de Marcelo Bergman en su libro El negocio del crimen, sobre el equilibrio de alta criminalidad, que es el que domina varios países de Latinoamérica, en este se explica que el desarrollo de la delincuencia como un negocio y la poca operatividad e incluso la complicidad del Estado para contener el crecimiento de negocio, hace que sea totalmente difícil para las fuerzas de seguridad desmantelarlo, esto explica el porqué del fracaso de algunos gobiernos para reducir la delincuencia.
Ecuador ha alcanzado tasas catastróficas de criminalidad, las ganancias de este “negocio”, que comenzó con un incremento en delitos “de poca monta”, se extendieron a robos a gran escala, extorsión, secuestro, tráfico de personas y muertes que no han tenido precedentes, y la debilidad e inoperancia de un sistema de justicia que se ve golpeado y contagiado de los beneficios de esta economía criminal, sumado a la tolerancia social del consumo de esta economía (cuando busca comprar cosas robadas por ejemplo) abonan el terreno perfecto para el crecimiento y fortalecimiento de una estructura criminal que tiene metido sus tentáculos hasta lo más profundo del sistema.
Ahora la pregunta que nos queda por resolver es: ¿existe la verdadera voluntad política para cortar de raíz este mal?, ¿la narcopolítica campante encontrará vacíos para impugnar la ley?, ¿la improvisación en la norma que se plantea nos pasará factura? Solo el tiempo nos lo dirá. (O)