El flamante presidente de la Asamblea Nacional, Niels Olsen, en pocas palabras resumió el objetivo de esa función del Estado, se trata de estar “al servicio de la gente”.
Él pertenece a Acción Democrática Nacional (ADN), pero ha sido muy claro: “Hoy no ganó solo un partido, ganó una forma distinta de hacer política” y, en consecuencia, hizo una invitación a sus colegas: “Vamos juntos”.
Estoy segura de que muchos ciudadanos esperamos que la invitación sea aceptada. Así comenzaría “la forma distinta de hacer política”, porque los deberes y atribuciones que la Constitución asigna a la Asamblea Nacional afectan a todos los ecuatorianos, cualquiera que sea su afiliación política o su ideología, y sus miembros no deben olvidar que están allí representándolos y no solo para obrar de acuerdo a su opinión o a sus intereses.
El artículo 127 de la Constitución señala que “serán responsables políticamente ante la sociedad de sus acciones u omisiones en el cumplimiento de sus deberes y atribuciones y estarán obligados a rendir cuentas a sus mandantes”. La pregunta es ¿cuántos asambleístas han rendido cuenta a sus electores? Pero hay otra, ¿cuántas veces los ciudadanos les pedimos cuentas?
Lo que antecede es una evidencia de la escasa o ninguna educación cívica y política que tenemos.
En otras palabras, no hemos sido educados para el ejercicio de la ciudadanía.
Me atrevo a afirmar, también, que tampoco tenemos partidos políticos en acción. Hay grupos, a los que llaman movimientos que, generalmente, se hacen presentes o que recién se forman cuando se acercan los períodos electorales. Por eso, no es raro que en esa época haya oferta y demanda de candidaturas, grupos que buscan a quienes candidatizar y personas que buscan quien los candidatice.
Y cuando se acercan las elecciones, abundan las ofertas y las declaraciones e intenciones de servir al pueblo, las cuales desaparecen después. Sin embargo, si algunos quieren cumplir lo ofrecido no pueden lograrlo si su grupo, llamado partido, perdió las elecciones y no es extraño que estén muy ocupados en obstaculizar el trabajo de los ganadores.
Veremos cuántos y quiénes responden a la invitación hecha por el reciente presidente de la Asamblea.
Y, por otro lado, sería muy interesante saber cuántas veces se reunieron los entonces candidatos a asambleístas con los ciudadanos, no para exponer sus brillantes proyectos o para ofrecer lo que no tienen idea de cómo y con qué lo harían, sino para escuchar sus necesidades y problemas.
Cuando hay que realizar tareas difíciles, que abarcan varios aspectos, el trabajo de equipo se vuelve indispensable, no importa el partido al que pertenezcan si tienen la experiencia y la posibilidad de resolver los problemas de una comunidad. Simplemente, no hay que olvidar que fueron elegidos para eso. Y los ciudadanos debemos recordar que tenemos derecho a pedirles cuentas. (O)