Diez años en campaña, uno en el Gobierno, tres pedidos de revocatoria del mandato en el horizonte y un paro nacional indefinido que ya se les fue de las manos. Son los resultados de una consulta popular que la sociedad civil: gremios de campesinos, maestros, estudiantes universitarios, agricultores, médicos, sindicalistas y espontáneos le han ahorrado al presidente Guillermo Lasso Mendoza sobre la aceptación de su modelo de administración pública.

(El presidente) debería poner en práctica lo anunciado en su campaña como la estrategia ideal: encuentro y diálogo.

Y los antecedentes para este resultado están a la vista: falta de medicamentos en los hospitales de la red pública de salud; desmantelamiento de la derivación de atención de afiliados del seguro social al sistema privado; acumulación de turnos para casos de consulta externa, rehabilitación o pacientes crónicos. En inseguridad ya nada sorprende sobre lo que la delincuencia hace ante la ausencia de planes que ataquen la fuente profunda: desempleo, inequidad, redistribución, falta de acceso a educación… La ausencia del Estado también se siente en el abandono absoluto del sistema vial en las troncales de la Costa, Sierra y Amazonía: el aislamiento no es solamente por el paro, sino por la falta de mantenimiento gracias a un ministerio que le hace el juego a la concesión privada. Consecuencia implícita, además, en los precios elevados de los artículos de primera necesidad –matizada esta alza, por los altos costos de los combustibles–.

Rentas petroleras y rentas tributarias extraordinarias a la disposición del Gobierno, pero con la tozudez de no volverlas servicio público, como es su responsabilidad ante las demandas ciudadanas de salud, trabajo y educación. Solo incremento en impuestos y abultadas reservas internacionales.

Antecedentes en el sistema público de educación, maestros inconformes, bachilleres sin las oportunidades que les ofrecieron, recortes presupuestarios sistemáticos en las universidades… Es decir, una apuesta política que nos ha llevado al hueco donde nos encontramos: paralizados, incomunicados y con pocas expectativas de retorno a la normalidad.

¿Pero qué utilidad le podría dar el presidente Lasso –si aún está a tiempo– a toda esta reacción manifiesta capitaneada por el movimiento indígena? Consideramos que no es necesario ir a Israel, la Cumbre de las Américas, Roma o el FMI para atinar: basta con que el presidente saque la cabeza por una de las ventanas del palacio y escuche lo que le están tratando de decir. Debería poner en práctica lo anunciado en su campaña como la estrategia ideal: encuentro y diálogo.

Pero no solo eso, sino respuestas claras a lo solicitado, y cumplimiento con lo ofrecido para que la revocatoria no complete lo que el paro puede dejar inconcluso. Necio sería negar que el estancamiento en el que nos encontramos como país es solamente responsabilidad de los dirigentes indígenas, de la oposición que el mismo Gobierno se levantó gratuitamente desde el inicio o del infaltable correísmo. Debería iniciar por dar sensata cabida a los reclamos, mostrar humildad en el manejo del poder y demostrar que lo puede hacer infinitamente mejor que su aliado Moreno y su pesadilla Correa.

Aún tiene un segundo tiempo y suplementarios, señor Lasso. Solo mire por la ventana. (O)