El presidente ha propuesto consultar al pueblo, entre otros temas, sobre la disminución de legisladores de 151 a 71, de tal manera que sean 10 asambleístas nacionales, uno por provincia y uno más por cada 400.000 habitantes, para optimizar el empleo de los recursos públicos y mejorar la eficiencia administrativa –según ha dicho–, lo cual es procedente.

Pero debemos considerar también la edad como un elemento muy importante para la selección de los asambleístas. No podemos confiar el destino del país a quienes carecen de preparación en casi todos los ámbitos y que deben ser mantenidos hasta los 21 años. Si no son capaces de sostenerse a sí mismos y requieren de la obligatoria ayuda de los progenitores hasta esa edad, ¿cómo es posible que desde los 18, estos jóvenes, que están saliendo apenas de la adolescencia, puedan discernir y decidir sobre los graves problemas que nos aquejan?

Lamentablemente, hay normas que han sido impuestas por ciertos políticos, tanto en la Constitución como en algunas leyes, que no han sido diseñadas para impulsar el desarrollo de la comunidad ecuatoriana, sino muy bien pensadas y establecidas para ganar electores en las urnas y disponer, desde arriba, a un cuerpo de alzamanos, en beneficio de sus intereses y/o de sus más próximos.

La idea de mejorar la calidad de los asambleístas debe ir también en el sentido de contar con gente honesta, que tenga conciencia social, conocimientos y estudios profundos de los temas a resolverse, y no dispuestos a tomar decisiones que favorezcan al gerente-propietario del partido o movimiento político al que pertenece, sino que vaya a legislar y fiscalizar en el mejor interés de los ecuatorianos.

Ya estamos cansados de los circos improductivos que se han dado en la legislatura, con personas obedientes a un patrón, ignorantes en las materias sobre las que se debe tomar importantes decisiones para la comunidad y que desgastan el presupuesto nacional en detrimento de la atención a las necesidades del pueblo. El gasto anual del Parlamento, según informó el presidente, solo en sueldos de los 151 legisladores es de $ 8’623.308,00, sin considerar décimos, viáticos y otros gastos, cuyo ahorro debiera ir a los que menos tienen.

Por otro lado, es indispensable considerar la calidad de los votantes. Mientras tengamos un pueblo poco o nada educado y sin mayor discernimiento político para seleccionar a sus futuros gobernantes, no habremos cambiado nada. Muchos se dejan impresionar por el que más grita, más gesticula, mejor baila, etc., sin hacer un análisis profundo de los candidatos, de tal manera que son estos factores los que influyen en la votación con los resultados que conocemos.

El voto en plancha tampoco propicia una buena selección. Cierto es que facilita el sufragio y el conteo, pero no es lo más sano al momento de rayar la papeleta, porque ahí van todos, Sansón y los que no son. Se podría argumentar que favorece la toma de decisiones parlamentarias al presidente de la República de turno, lo cual es verdad; pero, esto también va de la mano con la calidad de los candidatos, de tal forma que habría que incrementar drásticamente los requisitos para tener buenos legisladores y no buenos alzamanos. (O)