Noviembre empieza recordándonos la fragilidad de la vida y lo efímero del tiempo que nos queda. La pandemia parece ahora un momento muy lejano, pero fue una situación devastadora que cambió a muchos. Se llevó gente amada, trajo fantasmas del pasado, nos hizo enfrentar con la soledad y también con esa realidad que estaba disimulada, pero que el encierro hizo evidente. Por tanto, creo que a pesar de los momentos violentos que vivimos, es un derecho buscar nuestra felicidad. No importa cuánto nos quejemos, las cosas afuera no cambiarán si no cambiamos nosotros. La primera vida que debemos salvar es la nuestra, así de simple. Cuando comprendemos que nadie vivirá por nosotros y que acumular culpas tratando de agradar a los demás no nos llevará a ningún lado, excepto a la esquina oscura de la decepción, donde solo nos abrazará el silencio, es cuando reaccionamos y empezamos realmente a vivir a nuestro aire, asumiendo nuestras acciones, pero también disfrutando de las consecuencias.

En ese mismo orden, creo que ser mujer en un lugar machista es complejo, cargamos con una retahíla de estereotipos con los que debemos luchar y lidiar. Ser madre en ese mismo lugar es mucho más duro. Por alguna razón que no logro comprender, la gente asume que la responsabilidad de los hijos tiene exclusividad materna, aunque el padre esté vivo. Ahora, si esta madre elige el camino del divorcio su vida muchas veces puede volverse un infierno, ya que recibe una especie de sentencia implícita. Está condenada a dejar a un lado su vida personal para entregarla como ofrenda a sus niños en vista de que no pudo mantener a la familia unida, como manda la sociedad. Me inquieta que, en un irónico giro del destino, los jueces más implacables, a veces, suelen ser sus hijos, pero ¿por qué creemos que la gente que tiene la valentía para irse de un lugar donde no es feliz está condenada a la soledad? Conozco personas que se divorciaron y luego le hicieron la vida imposible a su expareja, manipulando a los hijos en común para sabotear cada nueva relación, hasta que lograron que su ex se resignara a la soledad.

En esta vida tener paz es necesario, pero ser feliz, fundamental. Soltemos el temor a la opinión ajena...

Por tanto, creo que llega un momento en el que debemos tomar las riendas de nuestro futuro, sin esperar aprobación o validación de nadie. Los hijos crecerán y se irán para hacer su vida como hicimos nosotros. Cada padre debe hacerse responsable y ambos deben buscar su propia felicidad. Pienso que los chicos siempre estarán bien, en la medida que vean felices a sus progenitores, ya sea juntos o separados. En esta vida tener paz es necesario, pero ser feliz, fundamental. Soltemos el temor a la opinión ajena, ignoremos los cuestionamientos y críticas que vienen desde el egoísmo y abracemos con agradecimiento, las oportunidades de dicha que la vida nos regala. El tiempo no espera a nadie.

Corolario, recordemos que no somos dueños del tiempo que nos resta, por ejemplo, a mi edad, ya he vivido más de lo que me queda por vivir, así que hago mías las palabras de mi rockera-escritora favorita Patti Smith: “Uno tiene que ir por la vida intentando mantenerse saludable, siendo feliz como se pueda, y buscando hacer lo que se quiere”. (O)