Solo en la política ecuatoriana se pueden registrar casos que podrían ser catalogados como parte de un inventario de hechos insólitos. La comparecencia de la fiscal general del Estado ante la desacreditada comisión de asambleístas; y un probable juicio político a la fiscal, son la tónica de cómo se manejan los filamentos políticos en nuestro país, interpolados con intereses personales y partidistas que rayan en lo ridículo.
Esto, a raíz de la comparecencia de Diana Salazar ante la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional, para que explique sobre las investigaciones con respecto a casos tan comentados como los denominados León de Troya y La Madrina.
Diana Salazar anunció su embarazo e hizo un pedido a la Asamblea que encamina su juicio político
Aparentemente, las gestiones de la comisión vienen revestidas de una sana intencionalidad de conocer los avances y quizá de aportar a los mismos, pero la verdad es que, con estos pedidos de comparecencia, lo único que logran es exponer a la fiscal ante posibles atentados criminales.
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Diana Salazar en la Comisión de Fiscalización
Por otro lado, ciertos temas, datos, informes, señas y contraseñas deben ser ultrasecretos, como una táctica para proseguir con las investigaciones y lograr la captura de delincuentes con base en documentación y pruebas fehacientes que conduzcan a la implementación de penas que prevé la ley.
El hecho de intentar exhibir a la fiscal en una especie de “debate” con uno de los investigados (prófugo de la justicia) desluce el trabajo de la comisión, obstaculiza la misión de la Fiscalía que viene hurgando casos de lavado de dinero y de conexiones políticas con el narcotráfico. Estas acciones desdibujan las competencias de los asambleístas que -quieran o no- aderezan con ingredientes políticos una causa que debe ser manejada con escrupulosidad y esmero.
Todos estamos obligados a colaborar con la justicia. ¡Todos! No solo la comisión; ahí, en ese anhelo, deben converger todas las instituciones públicas y privadas, los organismos del Estado, los GAD, los funcionarios públicos, etc., con el propósito de que algún día ese afán se convierta en una “corriente de actuación límpida” que nos permita como país salir del fango pantanoso en el que hemos caído y en el que nos hundimos todos los días.
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La justicia debe ser manejada sin miramientos, con objetividad y discreción, alejada de todo protagonismo y de falsas modestias. Pretender la aparición de un personaje procesado por delincuencia organizada en el caso Metástasis y prófugo de la justicia, a través de las conexiones tecnológicas, es manchar un proceso que -insisto- debe ser llevado con la altura que los ecuatorianos aguardamos, apartado de todo veneno político que lo tergiverse. Ventajosamente, el lunes, por fallas técnicas, no pudo comparecer (como invitado) el procesado, lo cual coincidió con la correcta decisión de la fiscal Salazar de retirarse de la reunión de una comisión enturbiada con pecaminosos intereses que son de conocimiento público, pues como un hecho insólito, propio de un espectáculo, se permitió fallidamente su comparecencia, violando todo principio de imparcialidad, verticalidad y honestidad. (O)
Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto, Azogues