O más conocida en inglés como fake news. Podríamos detenernos más en sus variantes en español: fingir noticias, falsificar, mentir, calumnia, difamación, fraude, embuste. La variedad de sinónimos para el engaño es una alerta del lenguaje sobre sus matices, intenciones y alcances. Quizá una palabra que lo concentra se mantiene idéntica desde su remoto origen latino: impostura. La Real Academia da dos definiciones. La primera dice que es una imputación falsa y maliciosa, y la segunda un fingimiento o engaño con apariencia de verdad. Sea cual sea la palabra, cualquiera se indigna ante las mentiras. Así debería ser. Pero no ocurre. O al menos no tanto como quisiéramos. A menos que se ponga en evidencia el entramado del mecanismo perverso.

Eso ha hecho el director de cine polaco, Jan Komasa, con The hater, título en inglés para su difusión en Netflix, basado en un guion del joven Mateusz Pacewicz, de quien me ha llamado la atención sus declaraciones de admiración por escritores como Hermann Broch, Rene Girard y Carlo Ginzburg. Quizá por eso la película refleja una construcción compleja del protagonista principal, Tomasz Giemza, el odiador del título, un muchacho de provincia obsesionado por ascender en la gran ciudad, donde no tiene ningún papel, pero que él se lo abrirá a pulso.

A pulso de mentiras, engaños y muertes. La película empieza con un tribunal universitario que expulsa a Tomasz de la facultad de derecho por cometer un plagio. Este breve indicio es toda una revelación de las sutilezas de la película, y advierte que nunca es menor el delito de plagio. A partir de ese punto se construye toda la deriva psicológica de Tomasz, que se vale de las redes sociales –el afiche polaco de la película destaca gráficamente un celular–, trabajando dentro de una empresa de trolls, desde donde espía, se relaciona, se infiltra y, finalmente, instiga el asesinato de un joven político candidato a alcalde. El espectador se quedará con la sensación de la ingenuidad de los adultos que caen en la red de engaños de Tomasz, a pesar de que su instinto inicial les advierte del malicioso trepador.

El final de la película provoca la indignación que se siente ante cualquier difamación o falsa noticia que se haga circular por las redes sociales, un medio del que se debe aprender a tener paciencia para verificar y medir no solo lo dicho sino entrelíneas, apresuramientos, silencios, contextos y, sobre todo, la malicia del ensañamiento.

Tuve presente al escritor y director de cine Pier Paolo Pasolini, y su crítica al fascismo de los medios masivos mal empleados, especialmente a la televisión por la rapidez de su impronta y su imposición autoritaria. Sobre todo lo que dijo en su libro Escritos corsarios y la famosa entrevista en la RAI que le hizo Enzo Biagi en 1971, donde se lo animó a decir lo que quisiera para que viera que la televisión no era un monstruo. Pasolini dijo que no era posible y no añadió más. Curiosamente, el programa nunca salió al aire, hasta el 3 de noviembre de 1975, un día después de su asesinato. (O)