Hay dos formas de hacerse rico: crear riqueza o tomar riqueza. En su libro Salomon’s Knot: How Law Can End the Poverty of Nations, los profesores Robert Cooter y Hans-Bernd Schafer argumentan que la razón del éxito de los países desarrollados es que tienen sistemas legales que incentivan a sus ciudadanos a crear riqueza. Los países subdesarrollados, por el contrario, viven en la pobreza porque sus sistemas legales incentivan a sus ciudadanos a esforzarse para tomar la riqueza de alguien más.

Cuando un país garantiza la propiedad privada y el respeto a los contratos libremente pactados, las personas dedican sus energías a innovar e invertir porque están seguras de que pueden quedarse con el fruto de su trabajo y que los acuerdos a los que llegan con sus semejantes van a respetarse. Por el contrario, cuando el país no garantiza la propiedad privada y los contratos no se cumplen, la gente dedica sus energías a tomar la riqueza de otros por lo que nadie tiene incentivos para innovar e invertir y el país se empobrece.

Cooter y Schafer señalan tres formas en las que se puede tomar riqueza. La primera y más obvia es la forma criminal: el robo. De esto, por supuesto, en el Ecuador tenemos bastante. Los ecuatorianos tenemos que dedicar dinero y energías, que podrían ocuparse en actividades productivas, a protegernos de la delincuencia. Las personas cercan sus casas con alambres de púas, ponen remaches en los accesorios de sus vehículos e instalan cámaras de vigilancia en sus negocios para prevenir ser robadas.

La segunda es la forma política: las regulaciones. De esto, de nuevo, en el Ecuador tenemos bastante. La regulación extrema ocasiona que hacer negocios de forma totalmente honesta sea prácticamente imposible. Permisos de construcción, regulaciones contra incendios, normativas para servicios básicos y una lista interminable. Los empresarios terminan asumiendo como costo de hacer negocios el pagar coimas a quienes hacen cumplir regulaciones absurdas para evitar ser sancionados. La consecuencia es que los empresarios no necesariamente son quienes ofertan los mejores bienes y servicios, sino quienes se las arreglan para sortear las trabas gubernamentales.

Y, la tercera forma es la económica: el cartel y el monopolio. Y aquí también tenemos bastante en el Ecuador. Una larga y absurda lista de requisitos vuelve prohibitivo el acceso a varios mercados. La consecuencia es que hay pocos proveedores de bienes y servicios y que es fácil para ellos ponerse de acuerdo para fijar precios y exigir prebendas a los gobiernos.

Los planes macroeconómicos son importantes, pero no nos confundamos: ninguna medida económica es tan prioritaria como garantizar la propiedad privada y el respeto a los contratos. Mientras haya robo, regulaciones absurdas y barreras de entrada a los mercados, los ecuatorianos van a dedicar sus esfuerzos a tomar riqueza y no a crearla. La triste historia de nuestra economía es recursos que se van en protección contra robos, falta de emprendimiento formal y ausencia de mercados competitivos. (O)