Casi por inercia prendo la televisión. ¿Para qué veo noticias si me deprimen? Por eso, por inercia. Voy de un canal a otro y me quedo viendo un reportaje de la DW. Un periodista chino se queja, habla de la falta de libertad, dice que China es el primer país del mundo en televigilancia. Han desarrollado hasta programas de identificación facial. El Estado sabe absolutamente todo lo que hacen o dejan de hacer sus ciudadanos y les califica a través del “crédito social”. Si alguien compra licores sus puntos bajan, pero si compra pañales, suben. Una madre joven agradece el estar vigilada, gracias a eso ella se siente protegida y sabe que su pequeño hijo crecerá en un lugar tranquilo, limpio, respetuoso. Ella aprecia los beneficios que su “crédito social” le otorga, como saben que pago puntual mis impuestos y deudas no me piden garantía, explica. Dos visiones de una misma sociedad. Apago la televisión y bajo.

Pico la fruta para el desayuno mientras escucho Caballo Viejo en la voz de María Dolores Pradera: ...Caballo le dan sabana porque está viejo y cansao’/ Pero no se dan ni cuenta que un corazón amarrao’/ Cuando le sueltan la rienda/ Es caballo desbocao’. Mi mente vuela a mi Latacunga natal y me acuerdo de aquella tarde en que mi prima Pili y yo jugábamos en el jardín de la casa nueva. Se oyó un trueno y mamá aterrada nos ordenó entrar de inmediato. No hacía mucho que un rayo le cayó a la tía Gloria y se murió un buen rato. Obedientes como éramos a los 4 y 5 años, entramos y nos pusimos a mirar el jardín desde el cuarto de mamá. De pronto, un caballo desbocado saltó la verja y tirándola, con muro y todo, entró como loco al jardín. Daba vueltas, pisoteaba todo, relinchaba y corcoveaba amenazante. Mamá gritaba: ¡Ya botó el membrillo! ¡Está pisando mis gladiolos!, ¡mis geranios! ¡Va a acabar con mi estrella de Panamá! Nosotros enmudecidas y pálidas veíamos con terror toda la escena, aunque el realmente pálido y aterrado era el arriero al que se le soltó la rienda. Papá salió y yo empecé a llorar, pero él, con una habilidad que yo desconocía, tomó el freno del caballo y como por arte de magia lo convirtió en un manso corderito. No sé cómo habrá terminado todo, pero el jardín pisoteado y el muro caído junto con el membrillo lo recuerdo.

El mundo está desbocado y este país no es la excepción. Lo veo pisoteado, con los gladiolos y los geranios caídos.

Más allá de no tener plata y de ver cómo las diferencias se agrandan, en Ecuador vivimos una crisis moral; el respeto, en toda la expresión de la palabra, se va perdiendo día a día. No sé por qué nos hemos vuelto así. ¿Será que tuvimos alguna vez el corazón amarrao y por eso ahora estamos desbocaos? ¿A qué hora se nos cayó la rienda? ¿Nos hará falta, como en China, que nos tengan amarraos? ¡Diosnoquiera!, diría mi abuela. (O)