Esta semana se cumplirá medio siglo de la llegada del hombre a la Luna. Coincidencia o no, después de un mes se cumple medio milenio de la partida de Fernando de Magallanes en el primer y logrado intento de circunnavegar la Tierra. Dos viajes unidos por su trascendencia más que por el azar numérico de los años. Hace unas semanas asistí en Flacso a una mesa redonda centrada en la hazaña magallánica. Distinguido panel iniciado por el embajador de España, con la historiadora Sabrina Guerra, el economista Vicente Albornoz y el experto Alan Cathey, quien en la conferencia de cierre del evento señaló las coincidencias entre las dos epopeyas.
Señalé desde el público, que llama la atención que entre la primera circunnavegación (1519), iniciada por Magallanes y concluida por Juan Sebastián Elcano, y la siguiente, conseguida por el inglés Francis Drake, prácticamente pasaron sesenta años, a pesar de que como “negocio” la expedición fue exitosa, como nos demostró Albornoz. Y más lo fue la de Drake. Diez años después iría Thomas Cavendish, también británico, a quien le fue tan, pero tan bien, que lo reintentó, muriendo en este empeño. La cuarta la realizaría otra década después el holandés Olivier Van Noorth, a quien tampoco le fue mal, a pesar de que todo pudo acabar en Filipinas, de donde escapó con un solo navío muy dañado por Antonio de Morga, futuro presidente de la audiencia de Quito y viejo conocido de este columnista. Hay que notar que el negocio de los ingleses y el holandés era el corso, es decir, el ataque y saqueo de naves enemigas.
Entonces, entre los muchos paralelos que se pueden trazar entre Magallanes y la Apolo XI, la nave que alcanzó con su tripulación la superficie selenita, está el abandono de la ruta por un largas décadas. Cierto es que siguieron cinco Apolos más en el lapso de tres años, pero deben englobarse en un mismo proyecto. Como todavía no aparece el Drake del espacio, surge, incluso con suspicacias, la pregunta “¿y por qué no volvemos a la Luna?”. Podríamos responder que el proyecto Apolo fue un costosísimo esfuerzo de propaganda geopolítica, que ha proporcionado ciertos beneficios colaterales, sobre todo en desarrollos tecnológicos, pero que económicamente no vale la pena repetir... por el momento. Cuando se descubra en la Luna un recurso valioso y se cuente con una tecnología rentable, sin necesidad de derrochar en ello dinero de los contribuyentes, lo intentarán con entusiasmo los nuevos Cavendish y Van Noorts. Las fórmulas de cohetería que nos remiten al misil nazi V2 siguen vigentes y con ellas no sorprendería que China, o cualquiera de las potencias emergentes, se arriesgue en un nuevo alunizaje a pesar de su costo. Esto no quiere decir que el viaje espacial sea como soplar y hacer botellas. Las Apolo demostraron todo lo contrario, que es un desafío muy complejo, pues se encontraron numerosos problemas, en su mayor parte aún no resueltos, que impedirán en un futuro cercano nuevos alunizajes con una perspectiva más útil y ambiciosa.
(O)