El actual régimen no quiere hacer una reforma, se ve obligado a hacerla que es distinto. Eran “fans de la Revolución Cubana” y admiradores del Che, como ellos mismos han dicho, mas se dieron de cara contra la realidad, han desandado el camino de las fantasías socialistas y están abocados a tomar medidas que no ha mucho calificaban de “neoliberales”. Es verdad que entre los últimos fichajes hay personas sensatas y bien orientadas, pero todavía el grueso de funcionarios son excorreístas y no tan ex. El Gobierno como conjunto se ve forzado a la reforma a disgusto, sin convicción. Muy peligroso actuar en ese estado de ánimo, desde el “no me queda otra”, porque lo más probable es que terminen tomando la mitad de la dosis. Las medias dosis no curan la mitad, simplemente no curan.

Ya saben que deben hacer una reforma laboral. La harán a medias, a cuartas, sin alterar la estructura básica del código paternalista y coorporativista que regula las relaciones laborales. Entonces los cambios surtirán poco o ningún efecto y, lo que es peor, impedirán hacer una reforma seria en plazo previsible, porque es políticamente inviable intentar transformar esas delicadas normas cada dos años. Asusta más oír que los gremios empresariales hacen propuestas timoratas, como pidiendo disculpas. Y se está hablando de leyes excepcionales, que para los nuevos emprendimientos, que durante tres años, que para los jóvenes... llenando los cuerpos legales de ripio. Si hay que limitar la estabilidad laboral, debe ser para siempre, para todos los sectores. El trabajo por horas debe establecerse reformando la Constitución si es preciso. Establecerlo no viola los derechos adquiridos de nadie, todo lo contrario, habrá posibilidades para millones de desempleados, que hoy sí están sin derechos. Un empleador, de cualquier sector, debería tener la posibilidad de recurrir a esta modalidad cuando sea necesario, sin trámites ni permisos. El pago de utilidades y la jubilación laboral son repelentes efectivos contra las nuevas inversiones, ya se demostró hace años.

Dirán que soy un asalariado de la patronal que propone sólo medidas antiobreras. Nada de eso, pienso que las leyes deben ser transparentes y tener una lógica interna, por eso insisto en que se deben derogar tres falsos mandatos de la ley, que atentan contra los trabajadores. Uno, la “semana integral”, el patrono paga las horas trabajadas, para su contabilidad no interesa que la ley le obligue supuestamente a pagar sábados y domingos, en cambio, si el trabajador falta sí se le descuenta efectivamente esos días. Dos, el “aporte patronal” sale del trabajo del empleado y no del bolsillo del patrono, debe computarse como parte del salario. Tres, las vacaciones deben ser de días laborales completos, el incluir los fines de semana y feriados como “vacaciones” es un absurda fuente de trampas. Sé que plantear esto es hablarle al océano Pacífico o al Chimborazo, seguro harán una reformita lampreada, que les permitirá llegar al 2021 sin muchos sobresaltos. No ganaremos nada. Entonces, mejor, no hagan ninguna reforma. (O)