Cordes argumenta en contra de reducir impuestos como el IVA y los aranceles. Dice que la gente al tener más dinero, en lugar de comprar bienes producidos en el país, debido a los elevados costos de producción, incluida la apreciación del tipo de cambio real, preferirá productos importados, provocando así una salida de dólares y una correspondiente disminución del circulante.

La oferta monetaria (M2) en las economías dolarizadas de Panamá y El Salvador no ha dejado de crecer a pesar de que estas economías registraron déficits continuos en su cuenta corriente (que incluye la balanza comercial) entre 2002 y 2018. Tampoco en Ecuador, donde los déficits de cuenta corriente fueron inferiores que aquellos registrados por las otras economías dolarizadas, una de las cuales (Panamá) a pesar de haber registrado déficits de cuenta corriente mucho mayores a los nuestros (promedio de -9% del PIB entre 2008 y 2017 vs. -0,2 para Ecuador) logró crecer a una tasa promedio que duplica la nuestra: 6,6% vs. 3,3%. Evidentemente, la dolarización no protege contra las malas políticas públicas.

El correísmo perpetró una descapitalización brutal, pasando de un superávit fiscal de 0,56% del PIB en 2008 a tener un déficit de 7,42% en 2016, una destrucción fiscal de 8 puntos. Eso se corrige fomentando el ahorro, que luego derivará en mayores inversiones y creación de riqueza. Para esto hay que reducir los impuestos y eso es difícil materializarlo si no bajan el gasto. No es lo mismo un dólar en el bolsillo de la gente que en manos de los políticos.

La preocupación respecto al equilibrio de la balanza comercial ignora que vivimos en lo más parecido al patrón oro en el mundo moderno. La oferta monetaria está en piloto automático y utilizamos una moneda de aceptación universal. Considerando esto, la oferta de circulante la determinan los ecuatorianos y esta guarda relación con el nivel de actividad económica.

Para comprender cómo funciona el ajuste automático de la balanza comercial en una economía dolarizada, conviene la explicación que David Hume hiciera sobre esto en un mundo en que el comercio giraba en torno al oro: cuando las exportaciones superan las importaciones, una economía acumula oro (dólares en nuestro caso) y esto deriva en un aumento en los precios internos y una pérdida de competitividad. Esto induce el efecto inverso: las importaciones llegan a superar las exportaciones y la economía pierde oro, derivando en una caída de los precios internos que restaura la competitividad de la economía.

Además, recordemos que usamos el mismo dólar que los panameños y allá esta ha sido irrelevante. En una economía abierta y dolarizada, deberíamos estar automáticamente cercanos al tipo de cambio real. No obstante, el Banco Central del Ecuador muestra una apreciación significativa del país (partiendo de $ 100 en 2014, para enero de 2016 estos dólares solo les representaba a los ecuatorianos $ 83,88 en términos reales, situación que se ha corregido un poco), mientras que la apreciación de Panamá se mantuvo en un nivel mucho más bajo (entre $ 95 y $ 97).

Esto sucedió porque aquí levantamos barreras al flujo de capitales y al comercio internacional. Además, encarecimos los empleos formales, duplicamos el tamaño del Estado y aumentamos considerablemente la carga tributaria. (O)