O, quizá, coautores o cómplices; sobran los adjetivos entre los que la ciudadanía puede escoger para calificar a los responsables, visibles e invisibles, de la fuga de Alvarado, y habrá que detectarlos investigando hacia arriba, mucho más que hacia abajo. Los ministros cancelan subsecretarios, y, el presidente, a toda una cadena de mandos medios, pero manteniendo a los ministros porque los considera inocentes, y lo parecen; las autoridades se enteraron de la fuga gracias a la cortés despedida del prófugo, que tuvo la delicadeza de no llevarse el brazalete, y cuando está ya fuera del país, montan operativos en carreteras, puestos fronterizos; anuncian los ministros excorreístas que van a arraigar en el país a los correístas investigados por delitos (deberían incluir a todos los relacionados con los hechos vinculados al asesinato del general Gabela, con los famosos “productos”, incluidos los exministros de Defensa). Recordemos: del terrorismo en San Lorenzo el Gobierno se enteró por la prensa.

Este hecho, el de la fuga, se suma a otros que hacen evidente el desmoronamiento de las instituciones nacionales.

No se concibe que agentes de la Fiscalía y de la Policía penetren al Ministerio de Defensa y, humillando a las Fuerzas Armadas, arresten a sospechosos del tráfico de armas. La Fiscalía debió encargar a las propias Fuerzas Armadas que efectúen esas detenciones.

No se concibe que el Estado ecuatoriano sea demandado por un hacker y que el Gobierno no cancele la nacionalidad que ilegalmente le otorgó; asilado ya no es desde que renunció a tal calidad. El canciller, que actuó bien al quitar la calidad de reservada a la documentación de naturalización, no puede presentarse ante los tribunales, como ciudadano particular, a defenderse de la demanda del delincuente sin antes expulsarlo de la Embajada en Londres.

No se concibe que sea la administración de justicia la que se evalúe a sí misma con una judicatura que será presidida por su propio delegado; todo por la ineptitud del Consejo de la Judicatura transitorio, cuyos miembros fracasaron, no renunciaron, y todo volvió al manejo tradicional, contrariando la voluntad popular expresada en el referéndum. Estamos palpando la consecuencia de la sustitución de medidas cautelares hecha por jueces en favor del prófugo. Una vez fuera de prisión, todo se armó para la fuga, que muy difícilmente hubiera tenido lugar sin poderosas ayudas. Alvarado –al igual que Assange– sabe demasiado y podría revelar intimidades del poder.

Hay que encontrar soluciones. Hoy pudimos apreciar que fue un error hacer una especie de reforma agraria en el Ministerio de Gobierno, dividiéndolo en ministerios de Política, de Justicia, e Interior, a cargo de la Policía. Hay una Asamblea cuya mayoría se dividió entre correístas y excorreístas. Para dejar de vivir entre dos bandos del correísmo, el presidente podría recurrir a la muerte cruzada. Hay que aceptar que la fuga de Alvarado es un triunfo de Correa, que lo magnifican al hacer reuniones inútiles de todos los poderes del Estado. Los gobiernos de los socialistas del siglo XXI gustosos concederán asilo al prófugo. El Gobierno, consecuente con el asilo a Assange, nada podrá objetar. ¡Qué tiempos! (O)