Las declaraciones de Eduardo Mangas, ex secretario general de la Presidencia de la República del Ecuador, reavivan extendidos rumores acerca de nuestro gobierno. Que Mangas pretenda disminuirlas arguyendo que “fueron obtenidas de manera ilegal” apela a un socorrido tecnicismo apto solo para cínicos, bajo el supuesto de que en este país la leguleyada suplanta a la ley. Además, la desgastada justificación de que sus declaraciones “fueron sacadas de su contexto” reitera la opinión generalizada de nuestros políticos (y de algunos extranjeros) acerca de los ecuatorianos: nos creen estúpidos, y quizás tienen razón. Los ciudadanos nos hemos malacostumbrado a tolerar estos graves asuntos, que reaniman suspicacia sobre la legitimidad de la elección del presidente Lenín Moreno y que ratifican la perversión estructural –clínica y cínica– de nuestra vida política.

Con “hombres de confianza” así, ¿quién necesita opositores, presidente Moreno? Nada podemos esperar de una improbable comparecencia del señor Mangas ante nuestros asambleístas. Pero su credibilidad está amenazada, señor presidente. En otros lados, esto motivaría un escándalo en el mejor sentido: provocaría una crisis y obligaría al Gobierno a pronunciarse asumiendo una posición definida y verosímil. Me temo que aquí, la infidencia de su ex secretario particular quedará como el habitual escandalillo de la quincena, distrayéndonos de la irresuelta situación de la economía nacional. La “caballerosa” renuncia de Mangas solamente le basta a usted, señor presidente. Por ello demandamos un esclarecimiento público, amplio y suficiente de su gobierno acerca de estos rumores. Necesitamos verdaderos actos de su parte, y no solamente caras, gestos y ademanes. Porque su ambigüedad, señor presidente…

Otorga pábulo o sentido a los rumores de su conocimiento previo sobre la corrupción en Petroecuador y Odebrecht; a las acusaciones de fraude que enturbiaron su triunfo en la segunda vuelta electoral; a la sospecha de que no hay rompimiento entre su gobierno y el anterior, y más bien hay un tácito acuerdo de continuismo; al mantenimiento entre sus colaboradores de muchos conspicuos servidores del correísmo, incluyendo algunos de los más aviesos; al decir de que usted protege a corruptos; a la comidilla pública de que usted se queda callado porque también tiene rabo de paja; a la fantasía de que usted es rehén de sus asesores; a la idea de que su apertura al diálogo es solamente una pose antes que una posición… ¿Sigo?

El affaire Mangas le quitaría toda credibilidad a un gobierno como el suyo en otros países del planeta, excepto en el Ecuador, un país que adolece de “trastorno bipolar tipo 1 con periódicos episodios delirantes”, oscilando siempre entre la melancolía lastimosa y autocompasiva y la euforia novelera y botarate. Un país que vive de escandalillo en escandalillo, sin cuestionarse los fundamentos de su vida social y política. Un país que cíclicamente le cambia de nombre a todas las cosas, para que sigan iguales. Un país de gente “buena y amable” (empezando por usted, señor presidente), que se mantiene sedada todo el tiempo hasta que convulsiona episódicamente, para luego volver a su letargo habitual. Un país donde los robos de gallinas se pagan caro, y las mansiones millonarias se justifican políticamente.

¿Quién es usted y por dónde va su deseo, presidente Moreno? (O)