En el segmento editorial de un conocido programa radial he escuchado ya en forma repetitiva un concepto que no es tan cierto, pues se refiere a que la rehabilitación del sector agropecuario se circunscribe al apoyo y desarrollo de la actividad agrícola exportable.

La parte cierta de este comentario es que efectivamente debemos fortalecer la agroexportación, tanto para generar riqueza como para multiplicar las oportunidades laborales, pero debemos tener presente que no es la única manera para generar más trabajo, ni es el único renglón de la agropecuaria que debe ser rehabilitado. Si bien es cierto que la producción para exportación se desarrolla generalmente en unidades con mayor extensión, los productores para consumo interno abarcan una cantidad de unidades productivas infinitamente mayor, y que está integrada por los pequeños y medianos productores que todos los gobiernos, en su turno, y los medios de comunicación y los programas de tribuna y opinión aseguran velar por su rescate y desarrollo.

Sin embargo y a pesar de esa preocupación manifiesta, un ejército de indígenas, montuvios, e incluso jóvenes profesionales recién graduados, enfrentan una lucha sin cuartel y en desventaja para tratar de encontrar un espacio y un medio para trabajar la tierra. Tierra y vocación heredada de generaciones ancestrales, que se les metió en la piel y les anidó en el alma, y que les impele a luchar por sus anhelos sin importar que sus manos y pies se partan en la inclemencia, y que con los surcos del suelo reflejados en la cara, aún sonríen cuando la flor se convierte en fruto y el semoviente pare una nueva cría.

Se vanaglorian diciendo que disminuirán los costos de producción… pero les cobran cantidades exorbitantes por el uso del agua, incluso sin proveer la infraestructura adecuada. Se rasgan vestiduras jurando mejorar la comercialización… y obligan al ganadero a vender su leche por la quinta parte de lo que pagamos por una cerveza.

Ellos son los responsables de que en nuestras mesas tengamos los alimentos primarios para el diario vivir: la papita y la yuquita, el maicito y el arrocito, el platanito y la lechita, el melloco y la frutilla, la remolacha y el maní; el rábano, el queso, los fréjoles, la lechuga, los tomates, y tantas cosas más que por el pecado de destinarse para nuestro consumo y no para exportación han sido considerados de poca importancia.

Mientras tanto, nuestros políticos y los programas de opinión siguen vociferando que hay que desarrollar la producción para exportación porque ese es nuestro norte; y debo reiterar que ese objetivo no está equivocado, que es positivo y necesario; lo malo es olvidarse de que hay otro sector mucho más grande en unidades, mas no en riquezas, que está integrado por esa masa de pueblo atrincherado entre terrones y piedras, entre mulares y caña, entre adobe y acequias, esperando por esa ayuda que los gobiernos prometen y pregonan les llegará.

Y entonces los señalan acusatoriamente aduciendo que su culpa es la baja productividad… pero no les proveen tecnología. Y les pintan nubes de ilusión repitiendo la cantaleta de nuevos créditos…, pero les truncan el acceso con términos y condiciones absurdas. Y les cuentan que tendrán menores tasas de interés y mayores plazos…, pero mantienen formas de pago contrarias a la capacidad de la producción agropecuaria. Y se vanaglorian diciendo que disminuirán los costos de producción…, pero les cobran cantidades exorbitantes por el uso del agua, incluso sin proveer la infraestructura adecuada. Y se rasgan vestiduras jurando mejorar la comercialización…, y obligan al ganadero a vender su leche por la quinta parte de lo que pagamos por una cerveza.

No, señores, el sector agropecuario es más que solo exportación, y su desarrollo debe ir emparejado con el del sector de la producción para consumo interno, porque este último reactiva también muchas otras actividades del aparato productivo nacional, y además genera vida, genera solidaridad, genera sacrificio, genera humildad, genera familia, genera hermandad, genera cultura y genera libertad; en definitiva, genera pueblo, raíces, nacionalidad. Pero si estos valores les parecen triviales, déjenme decirles que por su tamaño, este segmento productivo representa la mayor población rural del país y, por lo tanto, genera también la mayor cantidad de oportunidades laborales, y esa es una de las más nobles e importantes riquezas que necesitamos propagar. (O)