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Jorge Guamán, dirigente indígena y prefecto de Cotopaxi: La improvisación, la no planificación ha llevado a esta crisis que vivimos en Pachakutik

El excoordinador de PK llama a los asambleístas y dirigentes a corregir sus actuaciones y hacer una autocrítica que retome una agenda de trabajo nacional.

Jorge Guamán, virtual prefecto electo de Cotopaxi.

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Jorge Guamán Coronel, prefecto de Cotopaxi y quien fue coordinador nacional de Pachakutik (PK) y es miembro activo de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), analiza la crisis interna que enfrenta el movimiento indígena debido a la actuación de los legisladores, así como la conducción de los dirigentes. Él cree que esto les está haciendo pagar “un alto costo” al postular a estos cargos a “gente sin experiencia, poco comprometida, con otras aspiraciones”. Hace un llamado a las fuerzas políticas internas para que no se aferren a las malas prácticas, porque no le dan capital político a Pachakutik, al contrario, le hacen pasar “vergüenza, una vergüenza ajena”.

¿A qué atribuye este rompimiento en el movimiento político y el movimiento social?

Como parte del movimiento y también como un actor desde afuera, creo que uno es el costo de la transición que estamos viviendo con conflictos. Desde la Ecuarunari, la Confeniae, la Conaice siempre fueron los que impulsaron programas y proyectos para canalizarlos a través de PK cuando iban a la Asamblea. Hasta el 2010, 2011 y 2012 conducimos en línea correcta, en coherencia con el proyecto político. Resulta que hay cambios de generación, con compañeros sin experiencia, sin trabajo en las bases y territorios y llegan a conducir o ser autoridades no con una formación sólida, no con un proyecto que hayan vivido. Los compañeros dirigentes o autoridades desde el 2014 en adelante tienen una preparación académica, con padres que lucharon, pero no conocen todo el proceso de lucha histórica del movimiento indígena; algunos nunca se ensuciaron las botas, no convivieron con la historia. Ahí está el tema de la improvisación, la poca conducción, no planificación, falta de visión que ha llevado a esta crisis que vivimos en Pachakutik.

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Pero esto no es nuevo, PK vivió momentos en el gobierno de Lucio Gutiérrez, al igual cuando se acercaron al gobierno de Rafael Correa que se denominó de izquierda.

Por la diversidad de los actores, urbanos, rurales y pueblos indígenas, cada uno interpretamos la democracia o la tendencia a su manera, cada uno defiende su verdad. No ha habido una formación continua en los últimos 20 años. No se ha teorizado, no se ha asumido cuáles son los retos para el país, para América Latina, no se hace una lectura adecuada y solo se van a defender, de pronto, los intereses de un movimiento o partido, de manera general. PK no puede vivir aislado de la crisis nacional, no podemos ser la excepción de ser los perfectos frente a un deterioro institucional, de movimientos, de partidos, de las instituciones, que también nos afecta. Las decisiones que antes tomábamos para desarrollar con Gutiérrez o con Correa, aunque al final también se tomaba la decisión colectiva de separarnos, y ser un proyecto de la interculturalidad, la plurinacionalidad, pero ahora no hay ni eso. Se enmarcan en lo coyuntural, en la defensa de la persona, de grupos y no asumen en función de país. El país está en crisis, política, económica, ética, y PK entró en esa crisis, no somos la excepción.

Si bien PK nació por una base social indígena, ¿se centran en sus proyectos –que son legítimos– pero luego llegan a ser parte de la toma de decisiones y se olvidan de promover una visión de país?

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Si revisamos la historia, el Estado ha sido marginador, aisló a las minorías y más a los pueblos indígenas, incluso los partidos de izquierda no nos daban la oportunidad de fortalecer al movimiento indígena. Mirando los últimos 40 años, y PK lleva más de 25 años de existencia gracias a la lucha de la Conaie y la Ecuarunari, visibilizamos y queríamos tener la herramienta política de representación, entonces en cada gobierno se repite lo mismo: la misma crisis, deterioro, la misma provocación y en esas provocaciones han caído nuestras autoridades. Más visible ha sido en la Asamblea Nacional. No así que hay un trabajo interesante en los territorios con las alcaldías, prefecturas, en donde hay otra realidad. No se ha podido fortalecer con una imagen y sentido nacional, teniendo la Constitución en la mano, la posibilidad de aplicar los derechos colectivos ha sido poquísima. Esto se debe a que no están en la misma dinámica los asambleístas. A los prefectos, alcaldes, nunca nos han invitado para trabajar en territorio. Cuando llegan a la Asamblea se declaran independientes, al margen del movimiento y esto dificulta la gobernabilidad interna, y ahí la crisis que estamos viviendo y que es visible.

¿Esto también aflora por los liderazgos que hay tanto en PK como en la Conaie?

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Creo que es la falta de experiencia y pugnas de liderazgos individuales. No se construyen liderazgos o representaciones colectivas que antes sí lo teníamos. Las decisiones las toman personas, una persona sobre el bloque, sobre la autoridad. Es falta de experiencia, poca posibilidad de abrirse al debate interno, a la autocrítica. De hecho, en su momento dijimos que con la llegada de 26 asambleístas, este sería el camino en el cual debemos empezar a trabajar en un programa de transformación del Estado moderno, como tercer bloque, que no esté alineado ni al uno ni al otro. Sino hacer nuestro trabajo en función del país, no del movimiento, no de PK, pero terminaron un poco relacionándose con el bloque de Gobierno, otros harían sentir que están cerca del bloque del correísmo UNES, entonces se abandona el proyecto político nuestro. Ese es el gran problema, el abandono que sentimos en las bases, y tenemos clarísimo por dónde tenemos que movernos. No se trata de construir para una persona, para un movimiento. Necesitamos debatir, construir las normativas, aportar en función de un país pluricultural y diverso. Estos temas deberían debatirse a nivel interno, pero no se resuelven y no hay autocrítica como parte de la formación que teníamos antes. La autocrítica es sumamente importante, pero ahora los que están en la Asamblea o en la dirigencia tienen la verdad absoluta más que el papa. Entonces no hay posibilidad de construir, de la autocrítica, de aportar y van haciendo islas y eso es parte de la injerencia externa por la que luego no pueden diferenciar y salir.

Llegan más de 20 asambleístas al poder, con la oportunidad de plantear una propuesta, ¿se dividen y desgastan al movimiento?

En la agenda que nos cruzaron les sugerimos que no era una agenda nueva y coherente en función del país. Era un resumen de proyectos de leyes que estaban en las comisiones de anteriores periodos. Entonces, no hay una planificación nueva, coherente de renovar la institucionalidad. Parte del proyecto político que sugerimos, “oigan, compañeros, hagamos un liderazgo colectivo y apoyaremos desde los territorios, ustedes hagan normativas económicas, ambientales, de justicia, tampoco hagan leyes desde el escritorio, sino distintas, modernas”, pero nunca aparecieron. Nunca he visto a los asambleístas en territorios para apoyar a los votantes o a los mismos adherentes. Yo digo: “Ahí están los nuevos” (rostros)… Muchos me dicen que hay que darles oportunidad, pero ahí están los resultados, porque no tienen experiencia, están en otro baile. Creen que hablar en los medios de comunicación es representación, opinar cualquier cosa es la representación… Es un alto costo el que estamos viviendo por poner gente sin experiencia, poco comprometida, con otras aspiraciones, y en eso el sufrimiento de la Conaie es fuerte, pero son procesos que debemos ir deconstruyendo, fortaleciendo desde los territorios.

¿En la práctica qué pueden hacer tanto Conaie como PK para retomar el camino?

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En el caso del trabajo social, los territorios trabajamos bien. Estamos diciendo que hay que corregir. Tampoco vamos a terminar esta fase como les gustaría que termine. El rol social de organizaciones fraternas está retomando con autocrítica. Esperamos que corrijan los compañeros y los que queden deben trabajar con coherencia, serán cuatro, seis, diez. Y los demás que queden ahí, porque a nosotros nos da lo mismo tener 40 o 50 que tener cuatro o cinco que opinen, hablen. El beneficio no es con una Asamblea deteriorada; aferrados a malas prácticas no nos dan capital político coherente, sí nos hacen pasar vergüenza, una vergüenza ajena asumimos, pero retomamos. Esto no se trata de que ahora termina, debemos corregir, explicar. Mientras que las actuaciones de la Asamblea nos toca analizar, sacar conclusiones, y volver a capacitar y trabajar con las bases sociales que sí tienen claridad en cómo construir para el futuro. (I)

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