Nota del editor:

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El constitucionalista Ismael Quintana es partidario de que se consulte a la población si desea instalar una asamblea constituyente que redacte una constitución que reemplace a la actual, para que permita que la inversión privada pueda ingresar y generar empleos e ingresos para el país. Pero cree que debe ser un proyecto que no sea un “traje a la medida” para ningún presidente o gobierno.

¿Por qué es necesario ir a una asamblea constituyente?

Creo que la Constitución actual no soporta más parches. Desde 2008 para acá hemos tenido al menos seis procesos de modificaciones constitucionales que hacen ver que, probablemente, tenemos un modelo que fue construido por gente que no es ecuatoriana para una realidad que no es la ecuatoriana. Esta Constitución de ahora es como una suerte de fotocopia de varios retazos sacados del sistema español, de Colombia, Venezuela, Bolivia.

¿Qué ayudaría a cambiar?

¿Por qué el Estado tiene que reservarse para sí el manejo de sectores estratégicos y directamente la prestación de servicios públicos cuando no está en condiciones de hacerlo? Entonces, esta idea del Estado empresario, con los casos de corrupción que hemos visto. Entonces, eso hace ver que hay que, probablemente, rediseñar un modelo que funcione. Hay que diseñar un sistema de partidos políticos que hoy no existe. Deberíamos retornar al bicameralismo, que fue la regla en Ecuador hasta la Constitución de 1967. Hay que hacer reformas a la Función Judicial, que ya no pasan solamente por un parche.

¿La Corte Constitucional debería ser independiente o responder a los juicios políticos?

Ahí sí discrepo con el presidente de la República. No creo, ni de fundas, el volver a un sistema de Sala de la Corte Nacional. Ecuador ya lo tuvo, entre 1992 y 1994 o 1995 y funcionó muy mal. Era un tribunal de adorno, como un bombillo en el árbol de Navidad. Creo que hay que mantener el sistema de Corte o tribunal funcional que haga control de constitucionalidad. Que se establezca un régimen de responsabilidad política a sus miembros y que haya un sistema más transparente de integración. Hoy es un concurso cerrado, y eso hace que solamente los amigos del poder de turno tengan la posibilidad de integrar las ternas o las listas.

¿Qué garantiza que una posible asamblea constituyente no sea para redactar un modelo que se ajuste a la talla de un gobierno, presidente o movimiento político?

Bueno, ese es el riesgo que se está tomando. Nadie o al menos de mi boca jamás ha salido que los procesos constituyentes son primero soplar y hacer botellas. Claro que el país asume un riesgo porque eventualmente el presidente Daniel Noboa puede llevarse los dos tercios de la constituyente y confeccionarse ‘un traje a la medida’. Pero también puede pasar lo otro: los correístas dicen ‘no, no, no’, pero bien que van a poner candidatos porque saben que esta es su posibilidad de, algún modo, hacer los ajustes que estimen necesarios para digamos implementar un modelo constitucional que se acople a los designios de su jefe. El traje a la medida se lo pondremos nosotros. Soy partidario de un proceso constituyente bien hecho, donde nos sentemos a discutir.

De haber una constituyente, ¿cómo garantizar que sus asambleístas construyan un texto que responda a las necesidades del país?

El estatuto es la norma que va a permitir el funcionamiento de una constituyente que incluye requisitos de los más esenciales. ¿De quién es la culpa? De la Corte Constitucional, que ha dicho en su jurisprudencia que no pueden incluirse requisitos más graves, más exigentes. Luego, de los partidos políticos que son los responsables de proponer los candidatos; y, de nosotros, que debemos analizar que nos estamos jugando la implementación de un modelo de funcionamiento del Estado. (I)