Es el segundo país con más contagiados de COVID-19 (11,7 millones), el segundo con más muertes (más de 287.000) y el primero en nuevos contagios (alcanzó los 80.000 diarios). Esa es la situación de Brasil, que no parece que tenga una salida rápida a la crisis que está viviendo.

El jueves el presidente Jair Bolsonaro -muy criticado por su manejo de la pandemia- decía, pese a las cifras, que Brasil era uno de los países que mejor se ha desempeñado en el proceso de vacunación, pero apenas el 4,5% de la población había recibido la primera dosis de alguno de los inmunizantes utilizados en el país, que también es un punto de producción de vacunas.

No obstante, cuando se tiene en cuenta la aplicación de vacunas por cada 100.000 habitantes, Brasil cae a la posición 57, según el ranking de inmunización mundial que diariamente actualiza el periódico estadounidense The New York Times.

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La vacunación para los más de 210 millones de habitantes del país comenzó el pasado 17 de enero y, según el jefe de Estado, hasta la fecha se han distribuido unos 24 millones de dosis. Sin embargo, ha sido un proceso lento que incluso ha llevado a que varias ciudades capitales hayan tenido que parar el proceso de inmunización no una, sino hasta dos veces, por la falta de dosis listas, según EFE.

Para el plan nacional de inmunización, el Gobierno de Bolsonaro solo apostó por una vacuna, la desarrollada conjuntamente por el laboratorio AstraZeneca y la Universidad de Oxford -de la que compró 222,4 millones de dosis-, pero con el tiempo tuvo que negociar con otros laboratorios que en principio habían sido rechazados.

Terminó comprando la vacuna desarrollada por Sinovac, rechazada por Bolsonaro solo por el hecho de haber sido elaborada en China, que fue la primera en aplicarse en el país y de la que más dosis se han distribuido hasta el momento.

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Según el Ministerio de Salud, el Gobierno de Bolsonaro ha comprado un total de 562 millones de vacunas de varios laboratorios (Pfizer-BioNTech, Johnson & Johnson y la rusa Sputnik V), incluidas aquellas que ya son producidas localmente (Astrazéneca/Oxford y Sinovac).

Brasil afronta en estos momentos una segunda ola de contagios de coronavirus más virulenta y mortal que la primera y que amenaza con colapsar el sistema público de salud a nivel nacional. Este semana alcanzó un nuevo récord de muertes diarias (2.840 el miércoles).

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Todos los estados del país tienen, al menos el 70% y 80% de camas de UCI ocupadas, según la Fundación Oswaldo Cruz.

Incluso en los últimos días se ha reportado que hay personas que están usando la identidad de personas fallecidas para conseguir vacunarse antes de tiempo por desesperación, según un estudio divulgado hace pocos días.

“El análisis de nuestros investigadores sugiere que es el mayor colapso del servicio de sanitario en la historia de Brasil”, señaló Marcelo Queiroga, nuevo ministro de Salud brasileño (el cuarto desde que se inició la pandemia), según BBC.

Ya desde Sao Paulo le han pedido que aplique un cierre ante el crecimiento de los casos y luego de que hasta el sistema privado de salud pide camas al sistema público. Pero Bolsonaro siempre ha estado en contra de esta medida, pues dice que el daño colateral a la economía sería peor.

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Hasta el momento Queiroga ha exhortado a la población a usar mascarillas y lavarse las manos, pero aún no piensa en cierres. Esto molesta al jefe de la respuesta ante el COVID-19 en Sao Paulo, Joao Gabbardo, quien apuesta por una cuarentena nacional ante la grave situación.

Varias personas levantan cruces durante una manifestación contra el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, frente al Palacio de Planalto, en Brasilia. Foto: EFE

Mientras, Bolsonaro solo pide a la población dejar de ‘quejarse’. Esto cuando los servidores de salud declaran estar saturados ante la gran demanda, dice El País, que ha mencionado que la situación representa también un peligro que va más allá de su frontera, pues la falta de medidas ante un escenario caótico en el que se presentaron casos de pacientes ahogándose por falta de oxígeno, amarrados a una cama por falta de sedantes y hasta filas para registrar a los muertos, son un caldo de cultivo para nuevas cepas.

Pero el mandatario no acepta críticas e incluso uno de sus hijos, Eduardo Bolsonaro, quien es diputado, suele insultar a quienes le hablan de cosas como el uso de mascarillas.

“Si Brasil no es serio, continuará afectando más allá de sus fronteras” dijo en tanto el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ya que las variantes que han aparecido en el país son más contagiosas y estas ya comienzan a estar en otros países.

Además el apoyo a Bolsonaro ha caído 30%, 10 puntos menos desde diciembre, y esto amenaza con dificultar su reelección en 2022, mientras el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva va subiendo luego de que se anularán sus sentencias.

Pero esto no ha hecho que Bolsonaro cambie su postura y ahora hasta pide al máximo tribunal anular las medidas de varios gobernadores que tratan de controlar la pandemia. Según él, no hay que ‘acobardarse’ y que “de nada sirve quedarse en casa a llorar”.

Impacto en economía

En tanto, en enero de 2020, antes de que el país empezara a sentir los efectos de la pandemia del coronavirus, fueron creados 66.818 empleos. Mientras que se generaron 260.353 empleos formales en enero de este año, el mejor resultado para ese mes desde el inicio de la serie histórica, en 1992, según los datos divulgados el martes por el Gobierno.

La cantidad de trabajadores con contratos formales se sitúa ahora en los 39′623.321 en el país, que aún lidia con preocupantes índices de desempleo cercanos al 14 % de la población económicamente activa.

Sin embargo, los resultados de enero no reflejaron el impacto económico de las medidas de distanciamiento social que varios gobiernos regionales y municipales han vuelto a adoptar ante el agravamiento de la pandemia, que también ha disparado la deuda pública y el déficit fiscal debido al enorme desembolso del Gobierno para paliar los efectos económicos mediante subsidios para las familias más pobres.

La Amazonía, otro problema

Una investigación en la que colabora la National Geographic Society ha indicado que otro de los problemas de Brasil es la Amazonía.

Según investigadores, la deforestación en esa zona está avanzando y sugieren que la selva esté pasando de ser un pulmón del planeta a contribuir al sobrecalentamiento global. Por ello, es importante reforestar varias zonas y dejar de desarrollar proyectos invasivos como hidroeléctricas.

Además el invadir más la selva podrían haber contactos no deseados y esto a su vez provocar el salto de nuevos virus. Sin embargo, es algo difícil de evitar con un presidente que hace lo contrario y es más permisivos que sus antecesores y da vía libre para explotar la naturaleza. (I)