Ya es una costumbre plantearnos metas cuando empieza un año, como estudiar, viajar, comer saludable, entre otras, y también es un hábito analizar, cuando un periodo finaliza, si esto se cumplió.

Pero no siempre ocurre así; y, cuando no hacemos realidad aquellas metas, las personas tienden a entristecerse, desmotivarse y frustrarse.

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La psiquiatra Rocío Álvarez, que ofrece consultas en la Clínica Kennedy Samborondón, explica que esto conlleva un estrés y depresión. “El ser humano tiene etapas en que hay más fuerza y menor fuerza; entonces, cuando una persona se pone metas, tiene que pensar que no todas se van a cumplir”, explica.

Y es cuando surge la preocupación de que algo se está haciendo mal, pero no debe verse así, resalta Álvarez. Ella aconseja dejar a un lado ese distractor y enfocarse en lo cotidiano. “Hay que vivir el día a día, no para farrear, no para gastarse toda la plata. Es disfrutar, tener sueños para distraernos, estar agradecidos de lo que hemos alcanzado”, apunta.

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Álvarez sostiene que, en ocasiones, no se llegan a concretar esas metas porque suelen ser objetivos inalcanzables. “Hay gente que no tolera pendientes, y hay que tolerarlos, porque no es realista. Uno se propone mucho, pero hay que ver qué mucho va a quedar pendiente, y ese es el futuro. Lo pasado, perdonarnos, no coleccionar culpas ni sentimientos, no coleccionar envidia. La envidia viene de la comparación de los demás porque creemos que los demás tienen lo que nosotros no tenemos. No vemos la realidad del todo”, asegura Álvarez.

Cuando una persona desarrolla una alta depresión, es necesario ir al psiquiatra para aprender a manejar las emociones y pensamientos. Foto: pexels.

En 2017, la Universidad de Hertfordshire, en Reino Unido, realizó una investigación sobre las claves para mantener las decisiones de cambio. Se analizó a 5.000 personas que habían hecho resoluciones de fin de año y lograron un menor índice de éxito al mostrar una actitud “fatalista” frente a distintos aspectos de la vida.

Álvarez asegura que no hay que culparse por no llegar a esa meta ansiada; más bien recomienda ver lo que se ha alcanzado. Y esos propósitos colocarlos para el siguiente año: “El cerebro es de activación y desactivación. Hay que entender que llegamos a diciembre cansados y hay personas que son vulnerables a depresiones, y peor en países en que hace frío. Entonces, más inhibición, menos ganas de esforzarse, porque la serotonina está baja. Entonces, la serotonina no es felicidad; es energía para trabajar y cumplir tus sueños y metas”.

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La especialista aconseja que, cuando una persona desarrolla una alta depresión por estos temas, es necesario ir al psiquiatra para aprender a manejar las emociones y pensamientos. “La inteligencia emocional es aquel tipo de terapia donde detectas que tienes autoconocimiento de tus emociones y las controlas. Hay personas que no soportan la espera, pero todos somos cazadores de oportunidades, de qué vamos a conseguir, pero tenemos que estar conscientes de que no siempre vamos a estar iguales”, dice y agrega que es esencial la planificación y ser realistas.

Álvarez resalta que el estrés emocional y hasta económico en diciembre es inevitable, pero la clave está en manejarlo adecuadamente sin sobrepasar los límites.

¿Cómo identificar cuando una meta es realista?

Álvarez indica que las metas realistas son aquellas que se van preparando en el tiempo e incluso van mezclándose con emociones y hasta habilidades. Sugiere que un buen ejercicio es escribirlo.

“Tienes que desarrollar tu personalidad con lápiz y papel, porque, de lo contrario, el cerebro tiene muchas cosas y se dibuja ciertas pinturas que no son realistas”, subraya Álvarez.

Así también, menciona que la experiencia es clave para definir esos objetivos. “Yo no puedo ponerme la meta de que el otro año voy a tener un penthouse en Nueva York, pero sí decir que quiero abrir un consultorio... y vamos probando. Entonces, eso es fundamental, realista”, agrega la experta.

Por ejemplo, Grace se impone la misma meta cada inicio de año: terminar un periodo sin deudas, y es en lo que ha trabajado durante estos meses. Ella tiene un hijo y sus ingresos son menos de $ 500 al mes.

Usa su tarjeta de crédito para realizar compras en el supermercado, útiles escolares y alguna eventualidad. En este 2023 cree que lo logrará, pues ha distribuido sus pagos y planificado fechas específicas. Este ejemplo para la experta es de una meta realista.

Sueño o meta: ¿es lo mismo?

La psiquiatra explica que sí hay una gran diferencia entre los sueños y las metas. Una persona tiene sueños antes de los 20 años y comienzan a transformarse en metas después de los 21 años; de hecho, a los 24 años ya van madurando esos propósitos.

“Ya hay acciones. Las metas son con base en tu vida para completar lo que estabas diciendo antes, y ves qué áreas de vida son importantes para ti y qué valores tienes. Si quieres metas más grandes, tienes que prepararte más, tienes que trabajar más, no es que en esto no”, dice Álvarez y asegura que también hay que creer en las habilidades y capacidades.

Entonces, cuando no hacemos este ejercicio, las personas tienden a estresarse por no cumplir metas o porque ese sueño de niño o adolescente nunca se dio. “Las personas que se deprimen es porque tienen tendencia a la depresión; tenemos que estar conscientes de si nosotros la tenemos. No es igual una depresión normal que una depresión endógena”, apunta.

La experta comenta que las metas son las que se trabajan en el tiempo. Los sueños son distractores. Foto: NiseriN

Las depresiones endógenas se dan por desbalances bioquímicos y es necesario controlar los hábitos para manejar los pensamientos y emociones: “Si tú haces ejercicio, si tú comes bien, disminuye a la mitad y no tienes que usar tanta medicina, porque todos en algún momento tenemos pensamientos irreales, tenemos deseos o una emoción que es mayor que otras. Cuando fallece un familiar y están más vulnerables, tienes por herencia esa vulnerabilidad; entonces, el cerebro crea una lesión como una descarga epiléptica”.

Álvarez expresa que el cerebro son mil millones de células de neuronas que actúan en conjunto, así como los grupos humanos. Esas células son pensamientos que uno puede controlar. “Vamos viendo que todo es como un efecto dominó en el cerebro, y depende de cómo se van dando las circunstancias. Por eso decía que la distracción tiene que ser un sueño con planes”, señala Álvarez.

Frente a esto, la especialista indica que los sueños que ocurren cuando dormimos son necesarios porque en la realidad se requiere de distractores: “Siempre estamos pensando en la realidad, en la dificultad del día a día; y, si no los distraemos, vienen los pensamientos negativos”. Álvarez enfatiza que siempre hay que tener en cuenta esa diferencia entre sueño y meta, pero que ambos deben estar presentes. (I)

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