El olor es nauseabundo. En el camino hay lodo, basura, restos de animales. En lo alto, gallinazos grandes y sucios vuelan atentos a la carroña. Abajo, las personas, unas 20 tal vez, sucias, chapoteando, hurgando, hundiéndose en la basura.

Es el escenario del basurero municipal de Manta. Un terreno abierto rodeado de colinas color ocre, con árboles secos y poco verdosos. Unas dos hectáreas donde la basura está enterrada en su mayoría y otra parte se encuentra expuesta. Allí llegan los recicladores a buscar plásticos, cartones o algo que puedan sacar para vender.

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Días después de intensas lluvias, el suelo del vertedero se convirtió en una masa pegajosa que se adhiere a los zapatos. Un carro recolector, pesado y grande, pasa por ese lodo y descarga la basura allí, encima de más desechos.

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Los recicladores avanzan, se sumergen en los desechos. Tratan de protegerse. Visten pantalones largos, buzos, gorras, botas y mascarillas o pedazos de tela que se amarran en la cara para evitar que entren el olor, el hedor, las moscas, infinidad de insectos.

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Los recicladores aseguran que pagan por la basura.

Este es uno de los “buenos”, dice un reciclador. Es uno de los que no han “filtrado” la basura, de los que la traen entera, sin sacar los plásticos, las botellas o el cartón. Ese montón de basura les cuesta a los recicladores un mínimo de $ 10. Ellos pagan a quienes trabajan en los vehículos recolectores para que les lleven los desechos completos.

“Ya tenemos rato trabajando así, pagándoles $ 10, $ 15, incluso hasta $ 20 para que ellos no reciclen la basura y así nos pueda llegar algo al vertedero”, señala Janeth Delgado, presidenta de la Asociación de Recicladores Papi Corre, una de las que laboran en el basurero.

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Si no pagan, los obreros en los recolectores reciclan todo y llega poco al basurero, mejor dicho, llega la basura orgánica, la que no sirve para reciclar, asegura.

Janeth dice que cada camión realiza como mínimo dos viajes. Es decir, les cancelan $ 20 al día a cada recolector.

“Al mes son $ 400 que nosotros los recicladores les estamos pagando a ellos, a cada vehículo con su chofer y a acompañantes”, señala.

Pero en total son trece carros recolectores los que trabajan en Manta. No todos aceptan los $ 10 que les ofrecen, a veces quieren más. Entonces, cuando no hay un pago apartan la basura que les sirve y la venden en las recicladoras que están en el camino, agrega la dirigente.

Eso no le gusta a Janeth. Y lo dijo el mes pasado en una reunión que tuvieron con las autoridades municipales. Ella lleva seis meses de presidenta y está empezando a ver la problemática de los recicladores.

Una de ellas es trabajar todo el día, de seis de la mañana a seis de la tarde, para ganar como máximo $ 15 diarios, unos $ 300 al mes, y encima de eso tener que reunir dinero entre todos para pagar por la basura.

La Asociación Papi Corre tiene 54 socios, pero en total son 250 personas las que trabajan en diferentes turnos en el basurero.

“El trabajo que nosotros hacemos es fuerte. Sería de ayuda que dejen de reciclar y nos llegue todo el material”, expresa Janeth.

En un día normal están expuestos a pincharse con agujas que la gente guarda en las fundas de basura. A cortarse con vidrios, con fierros, con lo que sea que envían a este lugar.

La basura se recoge a diario. Ellos, los recicladores, la reciben, la procesan, la separan y luego la venden.

Manta, donde viven 250.000 personas, produce cada día 300 toneladas de basura. Tiene siete parroquias, donde solo en el mes de diciembre, cuando hay un mayor consumo de alimentos, se generaron 200 toneladas más, es decir, hay 500 toneladas de basura.

Vehículo recolector dejando basura en el vertedero.

“Este es uno de los mejores meses”, afirma Pablo, un reciclador que lleva la mitad del rostro cubierto con una mascarilla.

Pablo es Pablo, a secas. No quiere dar su apellido porque sostiene que después lo sacan del basurero. Pero cuenta que en diciembre llega basura de la buena, la gente compra cosas nuevas y se deshace de las viejas.

Es entonces cuando, a más de reciclaje, pueden encontrar algo que les sirve para llevar a casa. Sin embargo, señala que les “pesa” mucho tener que pagar al personal que trabaja en recolección para que les lleven la basura completa.

“Es un gasto fuerte para nosotros, porque apenas uno hace algo es para la comida, nada más. Ellos tienen su sueldo fijo”, agrega.

Un recolector realiza cuatro viajes por día hacia el basurero. Recorre la ciudad recogiendo los desechos y luego acude hasta el sitio San Juan de Manta, donde queda el vertedero.

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Héctor Bowen , director de Higiene del Municipio de Manta, refiere que esto se trata de un “arreglo” entre los choferes de los vehículos y los recicladores para separar, a través de un pago, el material reciclable que llevan los carros.

Indica que es un tema interno en el que no son todos los choferes y sus cuadrillas los que participan.

“No todos los recolectores cobran. Le estoy comentando lo que ellos hacen adentro, porque los acuerdos comerciales que tengan son aparte. No hay responsabilidad del Municipio sobre esos acuerdos”, manifiesta.

Desde el basurero los recicladores mencionan que no hay acuerdo. Aseguran que están obligados a pagar por la basura para tener algo que reciclar.

Hablan desde el vertedero, su lugar de trabajo, donde los olores se sienten en el ambiente, donde la basura desde la reciclable o no huele a lo que huele: a podrido. Aún más estos días cuando ha llovido.

Una de las mujeres recicladoras levanta un saco al hombro para luego caminar entre los desechos.

Pisa la mandíbula de lo que parece haber sido un perro. La ignora, hay peores cosas que llegan a ese lugar, dice. Pero es mejor no hablar mucho, a lo lejos, en el camino de lodo se asoma otro vehículo recolector.

Llega al vertedero, descarga la basura. Los gallinazos se acercan, vuelan, otros solo caminan. Los recicladores se apresuran. Hay que trabajar. (I)