La reapertura de la pesca de pepinos de mar en Galápagos se dio tras seis años de veda y en momentos de crisis económica profundizada por la pandemia del COVID-19.

Los habitantes del archipiélago se vieron especialmente afectados ya que el turismo, una de sus principales fuentes de ingreso, fue casi nulo.

Gustavo Manrique, ministro del Ambiente, Agua y Transición Ecológica (Maate), aseguró al programa virtual del periodista Andrés López en junio pasado que las capturas de pepinos de mar se sustentaron en los estudios poblacionales de esta especie (Isostichopus fuscus).

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El mecanismo que se aplica para proteger al invertebrado es permitir la captura cuando la densidad sea igual o mayor a 11 especímenes por cada 100 metros cuadrados, una condición que se habría dado. “Previo al 2016 hubo una explotación irracional que llevó a que haya seis por cada 100 metros cuadrados, luego de una veda radical... se llegó a que exista 12 por cada 100 metros cuadrados. El umbral para permitir una pesca racional es once pepinos”, dijo Manrique.

La pesca se dio de forma oficial desde el 20 de julio de 2021, pero solo duró quince días. La restricción volvió a establecerse el martes 3 de agosto de esta semana, luego de que se superó la cuota máxima de 600.000 pepinos. La opción era mantenerla por un máximo de dos meses o hasta recoger la cuota.

Los pescadores artesanales afirman que vendieron cada pepino de mar en $ 3,75, producto que es exportado al mercado asiático, es decir, los 600.000 recogidos representaron la suma de $ 2,25 millones.

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El pepino de mar estuvo al borde de la extinción tras décadas de capturas sin control. En los años que no había cuotas se pescaban hasta tres millones de pepinos. Incluso, en 2002, se recogieron ocho millones.

“Mas allá de los umbrales, que estamos dentro de los parámetros aceptables, no te olvides que el territorio de Galápagos debe haber sido uno de los más afectados del país por la pandemia... Basado en esos criterios, se aprobó la pesca de pepino”, enfatizó Manrique.

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Cuando se anunció la apertura, justo el 8 de junio último en el Día Mundial de los Océanos, se hacía un panel virtual en el que participaba Eliecer Cruz, exdirector del Parque Nacional Galápagos (PNG), quien expresó su sorpresa tras enterarse de la noticia. “Sorprendente que hayan aperturado la pesquería de pepinos de mar cuando hasta el año pasado el índice que se había establecido por los científicos no permitía la captura”.

Ante ello, Manrique aseveró que el PNG realiza los estudios con mediciones periódicas que concluyeron una densidad superior a los 11 por cada 100 metros cuadrados. “Tenemos los estudios, se tomó la decisión, creo que es una forma de conservación. Es muy sencillo opinar cuando te llegan las tres comidas a tu casa versus que no tienes ingresos, que estás dentro de los umbrales que te permiten pescar y desde detrás de una computadora dices no, allí tienes los pepinos, hay $ 2,4 millones que se pueden cosechar, pero no comas, no pesques, entonces es una posición un poco cómoda”.

Los pescadores esperaron estas jornadas de pesca por seis años. El levantamiento de la prohibición llega en momentos en que algunos pescadores artesanales cuentan que hicieron pesca de sobrevivencia durante el confinamiento, incluso comiendo una vez al día.

Juan Carlos Murillo, investigador y experto en pesquería de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador sede Manabí, recalca que lo primordial es que la reapertura se haya sustentado en los estudios científicos según el mecanismo determinado.

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“Se entiende que se sigue un plan que dejamos establecido en el 2008″, asegura Murillo, quien estuvo involucrado con los estudios que establecieron el límite de los 11 pepinos por cada 100 metros cuadrados cuando estaba en el PNG y en la Estación Charles Darwin.

La cuota de los 600.000 es una de las menores establecidas desde que se regula esta pesquería. “Este es un recurso que no se recupera fácilmente después de una presión pesquera porque tiene lento crecimiento, pero principalmente se debe a su forma de reproducción”, asegura Murillo.

El especialista explica que debe estar en altas densidades en el mar para que se dé la reproducción. “Como en Galápagos las corrientes son un poco fuertes, la fecundación y fertilización, que es externa, no se dará si los machos y las hembras están a grandes distancias, si están muy separados”.

Entonces lo que ocurrió fue que la densidad bajó tanto que mermó el éxito reproductivo. ”La estrategia debe ser identificar y proteger las zonas donde hay altas densidades, para no pescarlas”.

Origen de la pesquería de pepinos en Ecuador

El pepino de mar fue diezmado durante la década del noventa en Galápagos. Foto: CORTESÍA MINISTERIO DEL AMBIENTE

La explotación de pepino de mar se inició en Ecuador a partir de 1988 con la llegada de comerciantes asiáticos que introdujeron esta pesquería en las costas de Guayas y Manabí.

Tras un periodo de cuatro años de intensa actividad pesquera, agotaron el recurso y en busca de nuevas zonas de explotación, trasladaron sus operaciones a la región insular, indica Murillo citando estudios al respecto.

La pesquería de pepino de mar se enfocó totalmente en la especie Isostichopus fuscus y empezó en Galápagos a partir de 1991.

Su explotación, cuenta Murillo, comenzó de forma descontrolada por lo que el Gobierno del Ecuador prohibió la extracción en 1992.

Posteriormente, en 1994, se abrió una pesquería experimental que duró dos meses, seguida por una veda de cinco años. La reapertura de la pesquería de pepino de mar en la Reserva Marina de Galápagos (RMG) ocurrió en 1999, bajo un plan de control interinstitucional entre el PNG, la Estación Científica Charles Darwin, el Instituto Nacional de Pesca, la Armada del Ecuador y las cooperativas de pesca, indica Murillo.

El principal rol ecológico de los pepinos de mar es el consumo de depósitos de arena o sedimento sobre los arrecifes rocosos o coralinos, de los cuales utiliza su materia orgánica, esto es lo que se conoce como bioturbación de los sedimentos, explica Murillo. Se asume que con esta actividad la aireación del fondo marino es mejorada y la materia orgánica es disuelta y devuelta al medio marino.

Hay que tener un seguimiento adecuado de esta pesquería, recomienda Murillo, ya que en el pasado dejó graves afectaciones en Galápagos.

En los inicios de la pesquería, durante los años noventa, los pescadores también capturaban caballitos de mar que eran comercializados en el mercado negro, dice.

Incluso, en aquella época los pescadores ilegales que pernoctaban en el oeste de la isla Isabela talaban los árboles de manglar para cocinar los pepinos de mar, lo que puso en riego la población de pinzones de manglar (Geospiza heliobates) que vivían restringidos en esta área del archipiélago, afirma.

“En la actualidad ya no se tienen esos problemas, la actividad pesquera está más controlada y regulada, y la pesca está dirigida a este recurso, con estrictos controles del Parque Nacional Galápagos”, asegura Murillo.

Si bien hay más controles, la pesca ilegal podría darse con el traslado de las capturas de forma directa en altamar a los barcos con gran capacidad de almacenamiento. Así se evita que la pesca ilegal sea desembarcada en los puertos del archipiélago.

El boletín informativo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) indica que el pepino de mar está en la categoría de ‘En Peligro’.

Sector artesanal pide una mayor cuota

La pesca del pepino de mar en la Reserva Marina de Galápagos estuvo permitida por quince días hasta el martes 3 de agosto de esta semana. Foto: EFE

El pescador artesanal Mauro Armendáriz afirma que solo los capturó buceando en las inmediaciones de la isla Santa Cruz durante nueve de los quince días en los que estuvo oficialmente permitido. “Salía a las doce del día y regresaba a las ocho de la noche, no salí de campamento que es irse más lejos a otras islas como Isabela. A duras penas pescamos nueve días porque el mar se puso bravo y sus aguas se pusieron oscuras”.

Estas condiciones dificultan la captura de los pepinos porque están al fondo sobre el lecho marino en zonas rocosas y arenosas. “Cuando el agua está clara se los coge a 5 metros de profundidad, pero cuando el mar está agitado pues hay que sumergirse a los 15 o 20 metros”, dice Mauro.

En las inmersiones utilizan un compresor de aire conectado a mangueras de hasta 80 metros de largo, lo que permite alcanzar la profundidad necesaria.

Mauro bucea desde que tiene 23 años de edad. Ahora a sus 65 años pues ha evidenciado la reducción de la pesca. Cuando era joven recogía langostas ya que la captura de los pepinos de mar es relativamente reciente. “Teníamos pensado pescar durante un mes, pero no pasamos los quince días y ya se terminó. La cuota de 600.000 en dos meses es una burla para el sector”.

Un total de 308 pescadores artesanales autorizados en 118 embarcaciones bucearon para recoger este recurso, informó la Dirección del PNG. (I)