Cuando pensaba que ya todo estaba escrito y que no era posible que otro lugar aparezca este año con la capacidad de sorprenderme con un concepto gastronómico distinto y al mismo tiempo sabroso, me encontré con Mali, un restaurante de estilo tailandés que además tiene una variada propuesta de sushi bar.

En la misma comuna de Olón (norte de la península de Santa Elena), que presume orgullosamente de una rica lista de opciones para comer, desde sencillas empanadas argentinas de Bahiio, las conocidas pizzas de Marea, la comida orgánica de Almaciago, el menú de autor en Mo/Mo, los especiados y picantes platos de South Indian y hasta una churrería, es donde hace tres meses se instaló este nuevo espacio para los amantes de los sabores asiáticos.

La propietaria de este creativo lugar es la argentina Jeanet Minasian, quien reside en la costa desde hace algunos años y fue copropietaria del concurrido bar Hope (atendió hasta el año pasado) en la comuna de Montañita. Esta cordobesa encontró un viejo garaje que no estaba siendo utilizado y lo transformó en este espacio Thai.

El ambiente es súper informal y rústico, lleno de plantas, flores y velas. Una de las paredes está pintada con un mural de selva en donde destaca trepado en una rama un enorme tigre. Figuras de Buda, algunos elefantes y coloridas pinturas completan esta decoración que además muestra un buen uso de caña guadua y variados tipos de madera. La iluminación es tipo bar y manejan un playlist con música y volumen apropiados para acompañar una cena.

Todo comenzó con una sopa Tom Kah Gai ($5,75), que no tengo idea lo que significa el nombre, pero lo cierto es que estuvo deliciosa. Tenía pollo y delgados fideos de arroz, pero nada que ver con la que están pensando. Esta delicia tenía una mezcla de jengibre que le dio un rico picor y leche de coco que le agregó dulce. Aparte me sirvieron un ají casero, especial para los valientes fanáticos de lo súper picante, para mi no fue necesario usarlo.

Probé sus currys que se pueden pedir de pollo ($8,99), camarón ($9,99), pescado ($9,25) o champiñones ($8,99), tienen rojo y verde. El primero mucho más picante por la presencia de chiles rojos en su elaboración. El otro, más suave de picor, pero también muy condimentado, con notas de cardamomo, jengibre y cilantro. A diferencia del curry indio, estos son más ligeros de textura y su jugos se mezclan fácilmente con el arroz blanco que lo acompañan.

El menú de sushi fue una experiencia distinta, no son los tradicionales rollos, aquí preparan alternas con mango, aguacate y pepino acompañado de salsa de maní y almendras caramelizadas. Otro con camarón picante y piña asada, y hasta uno con manzana, zanahoria, sésamo y nueces. Hay que ir con la mente abierta para sentir sabores poco comunes.

Además de la buena comida y precios razonables, en Mali ponen especial cuidado en la decoración de sus platos y en el servicio. El uso de coloridas flores y una vajilla nada tradicional sumado a meseros con experiencia y conocedores del menú, hicieron de este un agradable momento que me gustaría repetir. (O)