Vamos a rezar por la única cosa que derrota a un peregrino una vez que ha encontrado su espada, los vicios personales: Tened piedad de los que tienen piedad de sí mismos y se creen buenos y desfavorecidos por la justicia de la vida, porque no merecían las cosas que les sucedieron. Y tened piedad de los que son crueles consigo mismos y solo ven maldad en los propios actos. Y que se consideran culpables por las injusticias del mundo, porque estos no conocen tu ley que dice: ‘aun los cabellos de tu cabeza están contados’.