Vamos a rezar por la única cosa que derrota a un peregrino una vez que ha encontrado su espada, los vicios personales: Tened piedad de los que tienen piedad de sí mismos y se creen buenos y desfavorecidos por la justicia de la vida, porque no merecían las cosas que les sucedieron. Y tened piedad de los que son crueles consigo mismos y solo ven maldad en los propios actos. Y que se consideran culpables por las injusticias del mundo, porque estos no conocen tu ley que dice: ‘aun los cabellos de tu cabeza están contados’.

Tened piedad porque el hombre puede vencer al mundo y no trabar nunca el Buen Combate consigo mismo. Pero tened piedad de los que vencieron el Buen Combate consigo mismos y ahora están por las esquinas y bares de la vida, porque no consiguieron vencer al mundo, porque estos no conocieron tu ley que dice: ‘Quien observa mis palabras tiene que edificar su casa en la roca’.

Tened piedad de los que tienen miedo de tornar en su mano una pluma, un pincel, un instrumento, una herramienta, porque creen que alguien ya lo hizo mejor que ellos y no se sienten dignos de entrar en la mansión portentosa del Arte. Pero tened más piedad de los que tornaron en su mano una pluma, un pincel, un instrumento, una herramienta y transformaron la inspiración en una forma mezquina de sentirse mejores que los otros. Estos no conocieron tu ley que dice: ‘Nada está oculto sino para ser manifestado, y nada se hace a escondidas sino para ser revelado’.

Tened piedad de los que no ven a nadie que no sea ellos mismos, y para quienes los otros son un escenario difuso y distante cuando van por la calle en sus limusinas, y se encierran en oficinas con aire acondicionado en el último piso, y sufren en silencio la soledad que da el poder. Pero tened piedad de los que renuncian a todo, y son caritativos y procuran vencer al mal tan solo con amor, porque estos desconocen tu ley que dice: ‘Quien no tiene espada, que venda su capa y compre una’. (O)

Tomado de ‘El peregrino’ (1987).