Cuando comenzó mi viaje a los institutos psiquiátricos, me internaron, me dieron todo tipo de trato y me escapé a la primera oportunidad, deambulando todo lo que pude antes de regresar a casa con mis padres. Pasábamos por un periodo de luna de miel, entonces, inevitablemente, volvía a tener “mala compañía”, como la llamaba la familia (al mundo del arte), y las enfermeras reaparecían.