La primera historia sobre la división nace en la antigua Persia: El Dios del tiempo, después de haber creado el tiempo, después de haber creado el universo, se da cuenta de la armonía que tiene a su alrededor, pero siente que le falta algo muy importante: una compañía con la cual disfrutar de toda aquella belleza.
Durante mil años reza para conseguir un hijo. La historia no cuenta a quién se lo pide, ya que él es todopoderoso, señor único y supremo; a pesar de todo, reza y, al final, la deidad queda encinta.
Cuando comprende que ha conseguido lo que quería, el Dios del tiempo se arrepiente, consciente de que el equilibrio de las cosas es muy frágil. Pero ya es demasiado tarde: el hijo ya está en camino. Lo único que consigue con su llanto es que la criatura que lleva en su vientre se divida en dos.
Cuenta la leyenda que de la oración del Dios del tiempo nace el Bien (Ormuz), y de su arrepentimiento nace el Mal (Ahriman), dos hermanos gemelos.
Preocupado, hace lo posible para que Ormuz salga primero de su vientre, controlando a su hermano, Ahriman, y evitando que cause problemas en el universo.
Pero el Mal, inteligente y espabilado da un empujón a Ormuz en el momento del parto y es el primero en ver la luz de las estrellas. El Dios del tiempo, desolado, decide crear aliados para Ormuz y entonces crea la raza humana, que luchará con él para dominar a Ahriman y evitar que se apodere del mundo.
En la leyenda persa, la raza humana nace como aliada del Bien y, según la tradición, al final vencerá. Siglos después, surge una versión opuesta, en la que el hombre es el instrumento del Mal...
Sea como fuere, desde sus orígenes, la raza humana está condenada a lidiar con la eterna división entre dos polos opuestos. Y así estamos nosotros, con las mismas dudas que nuestros antepasados. (O)
Tomado de ‘El demonio y la señorita Prym’ (2000).