¿No les ha pasado que hay momentos en los que pareciera que todo se estanca, que las cosas no salen como quisiéramos, que nuestras ideas se evaporan y los proyectos se paralizan? Esto se lo conoce como momentos de desierto, o más técnicamente hablando, de incertidumbre. Y, aunque no nos gusta sentirlo, es la antesala del crecimiento.
He conocido la historia de muchas personas que se reinventaron en ese tiempo: artistas que encontraron su estilo, docentes que rediseñaron sus carreras o empresarios que forjaron su legado, al final, este desierto resultó un laboratorio de reinvención.
Salir de la zona de confort no siempre es una decisión voluntaria, sino que, a veces, la vida da un empujón. Y, cuando no se tienen las respuestas, la mente empieza a explorar nuevos caminos, emergiendo así la creatividad más auténtica: la que nace del vacío. Esto me lleva inmediatamente a recordar el relato bíblico de la creación: Dios crea de la nada. Y aquí me detengo a hacer una comparación.
- Mientras Dios crea sin materia y solo con su absoluta libertad, la persona tiene una idea o intuición y una hoja en blanco.
- Dios tiene la necesidad de manifestar su voluntad divina, la persona tiene una necesidad de expresar, resolver o transformar.
- Dios se revela a su creación en la naturaleza y la vida, la persona se expresa en soluciones que, aunque imperfectas, son significativas.
- Finalmente, Dios sostiene su creación, mientras la persona la revisa, la mejora y comparte. La creatividad es un plan continuo, no un evento único.
Por eso, si estás atravesando un momento de desierto, no lo niegues, sino transítalo. Quizás, justo ahí, se está gestando tu versión más valiente, creativa y completa. Pero recuerda que no estás solo: Dios ya transitó ese proceso, y de seguro te estará acompañando. No dudes en poner tus sueños e ilusiones en sus manos. (O)