Una mañana, el guerrero mongol Genghis Khan y su corte salieron a cazar. Sus compañeros llevaban arcos y flechas, pero Genghis Khan llevaba en el brazo su halcón favorito, que era mejor y más seguro que cualquier flecha, porque podía volar por los cielos y ver todo lo que un humano no podía. Sin embargo, no encontraron nada. Decepcionado, Genghis Khan dejó el resto del grupo y siguió cabalgando solo. Estaba muy cansado y sediento. Con el calor del verano, todos los arroyos se habían secado. Luego vio un hilo de agua que fluía de una roca enfrente de él.