Buen nombre, ambiente, buena música, atención y comida. En ese orden.

En Moderna Plaza, en el km 2,5 de la avenida Samborondón, abrió Madre Ría, un restaurante que se autodenomina Amazonic lounge. Y sin duda su ambiente evoca la Amazonía; no así su cocina, que, sin elementos o insumos amazónicos, más bien tiene influjos peruanos, nikkei y en parte mediterráneos.

Lo más destacado es el manejo del espacio y su decoración, dos cosas que generan un concepto particular y especial. El elemento central con el que se juega es bambú, presente en el Amazonas, aunque no tan icónico como otras maderas duras tropicales. Sin embargo, su escogencia fue acertada porque permite al comensal una larga sobremesa sin sentirse asfixiado por el bosque húmedo tropical.

Mucha madera con distintas formas geométricas en asimetría, incluyendo elementos de bambú colgantes que semejan copiosas gotas de lluvia tropical, dan volumen al lugar, produciendo la sensación de estar en medio de la naturaleza. La mezcla con piezas clásicas, como las lámparas del bar, le dan un toque ecléctico al restaurante.

Existe una terraza interior techada, con un ambiente más privado, y otra en el exterior, abierta.

Sin duda hay curaduría musical. Bien escogida para cualquier edad, provoca pasar al bar por el bajativo al final de la comida.

Probamos dos entradas y dos platos fuertes. Los camarones wari consisten en un dúo de camarones envueltos, unos en masa crocante y otros al panko, coco rallado, con salsa de mayonesa de ají encurtido. Muy satisfactorios.

Luego un aguachile: atún crudo con salsa asiática peruana, con ensaladilla de pulpo y choclo. Si usted no lee la descripción del plato en el menú, sino solo su título, se puede confundir, puesto que aguachile, originalmente, es un plato mexicano un tanto diferente. La ensaladilla: aceitunas, pulpo, tomate y cebolla, muy finamente picados sobre buenos cortes de atún. Combinaban óptimamente. La salsa, con fondo de huancaína, opacaba un tanto al atún.

Un plato llamado manti es una pasta rellena de res con especias árabes, acompañada de fondo de tomate, yogur griego y mantequilla de hierbaluisa. Un plato interesante, y con seguridad podría ser excelente si aumentara la proporción de pasta y proteína sobre el tomate y se lo acidificara un tanto.

La costilla ruka fue el plato que se robó el show. Glaseadas y flambeadas con vodka, durazno caramelizado y yuca frita. Tierna, muy jugosa, probablemente hecha en cocción lenta.

La atmósfera que genera Madre Ría es tal que invita a seguir luego de la cena. Pero, si bien el precio de los vinos no es de los más altos de la ciudad, tiene márgenes de alrededor del 200 % que no necesariamente motivan el consumo.

Madre Ría es un muy buen concepto que tiene material para evolucionar. Vale la pena visitarlo. (O)