Les cuento, amigas y amigos, mis insatisfacciones y mis enormes contrariedades por todo aquello que pasa en nuestro querido suelo patrio. Por cosas de la vida he recibido el mismo día dos documentos que motivan mi estado de ánimo: con el pomposo título de ‘Vías para el desarrollo’, el MOP publica, a todo color, un folleto, con las infaltables fotografías del Presidente de la República y la de su Ministro del MOP; en este documento se habla de proyectos, de vías en construcción y de vías concluidas y por concluirse. He leído, vuelto a leer y releído unas cuantas veces más, esperando encontrar algo para la provincia de Morona Santiago; no se la menta, sino muy indirectamente, a sabiendas de que el acceso a Gualaquiza, a Macas, Méndez o Sucúa, desde hace algún tiempo es algo tremendamente difícil, enormemente riesgoso y espantosamente desesperante. Perdonen los adverbios, no son exageraciones, son posibilidades que el idioma nos da para expresar a ustedes lo que allá sucede. Desde el Azuay, recorrer Loja y Zamora Chinchipe para llegar a Gualaquiza (Morona Santiago), es una insensatez. De otro lado, recibo también un correo electrónico desde Chigüinda, firmado por Víctor Jiménez Orellana, quien me cuenta una historia lastimera respecto a la vía Sígsig-Gualaquiza, que merece un párrafo aparte.

La carretera en mención se inicia en 1938 y se trabaja con pico, pala y una enorme voluntad; en 1955, en el gobierno del Dr. Camilo Ponce E., cuando era ministro de Obras Públicas el Arq. Sixto Durán-Ballén, la carretera empieza a tener su presupuesto y es declarada de importancia nacional, para la defensa del Oriente ecuatoriano. Se inicia entonces un largo vía crucis con intentos de avanzar hasta Gualaquiza: el MOP toma Sígsig-San Miguel; la Constructora Santamaría: San Miguel-Chigüinda (1981-1984); Hidalgo-Hidalgo: Chigüinda-La Pradera (1995-1998), uniéndose finalmente con Gualaquiza, por un sendero –no carretero– lleno de barrizales, ciénagas y arroyos jamás canalizados. Diario El Mercurio de Cuenca, en la edición del 4 de marzo de 1998 dice: “el costo de la obra supera los $ 26’805.005”; son dólares que cada día se hacen tierra por falta de mantenimiento de esta vía, la más apropiada para conectar rápidamente al Azuay con Morona Santiago. Conocemos que cerca de un centenar de vehículos circulan todos los días por esta vía de primera necesidad, sin embargo, su rehabilitación, hoy por hoy, está sujeta a las mingas de buena voluntad de los moradores de El Rosario, Bermejos y Chigüinda; los municipios de Gualaquiza y Sígsig prestan su maquinaria, acorde con sus disponibilidades; así se trata al Oriente, amigas y amigos; lo peor de todo, esta carretera no consta en el plan vial del actual régimen, no ha sido tomada en cuenta; peor aún, el calamitoso estado de la vía alterna, por Gualaceo e Indanza, tampoco quita el sueño a nuestros gobernantes. Me pregunto, ¿cómo se puede echar al olvido algo más de veintiséis millones de dólares permitiendo que el abandono destruya lo realizado e impidiendo que los pobladores de estas zonas disfruten de un transporte sin peligro para sus vidas, convertido en un medio de trabajo que solucione sus requerimientos?