Una de las grandes particularidades que posee Ecuador es ser parte de los pocos países megadiversos del mundo, de acuerdo con la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes, por sus siglas en inglés), ente mundial que evalúa a todos los ecosistemas.

La ubicación estratégica de Ecuador, la cordillera de los Andes y la influencia de las corrientes oceánicas en sus costas lo ponen en esta posición tan crucial.

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Una de las muestras son las islas Galápagos y el Parque Nacional Yasuní, que claramente revelan esa gran diversidad de especies en fauna y flora.

Pero el cuidado hacia ella es lo cuestionable. Por ejemplo, el pasado 11 de junio comuneros encontraron en la arena a un tiburón, aún vivo, en la playa de Crucita, Manabí. Las personas se acercaron a fotografiar a la especie y la ataron por la cola. Esto no debe permitirse. Lo correcto era llamar a las autoridades correspondientes para que procedan con el rescate.

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Otro caso ocurrió el pasado 20 de junio, cuando una ciudadana que tenía como mascota a un mono en una ciudadela en Samborondón protestó en redes sociales porque alguien reportó a las autoridades que la especie escapó y entró a un patio.

Lastimosamente ya estaba domesticado, es decir, acostumbrado al contacto humano. Ahora está en un centro de acogida temporal del Ministerio del Ambiente.

Estas acciones son inadmisibles. Cruzan los límites naturales, atentan contra la biodiversidad marina y terrestre.

Es clave fomentar la conciencia ambiental desde casa, escuelas. El llamado a sensibilizar y promover prácticas de cuidado en el medioambiente, además, es parte de las funciones de las autoridades ambientales.

La naturaleza también es una de las fuentes de ingresos con las que se activan un sinnúmero de negocios, por ello su preservación es esencial. Tenemos la suerte de experimentar nuevos escenarios como el avistamiento de la ballena blanca cerca de la Isla de la Plata. La generosidad del planeta hay que protegerla. (O)