En 1958 el periodista económico Leonard E. Read publicó un ensayo en The Freeman titulado “Yo, el lápiz”, que se convirtió en un clásico. En 1980, Milton Friedman apareció en su serie de televisión con un lápiz dando su resumen de la idea de Read:
“Ninguna de las miles de personas que participaron en la producción del lápiz realizó su tarea porque quisiera un lápiz. Algunas de ellas nunca habían visto un lápiz y no sabían para qué servía. Cada uno veía su trabajo como una forma de obtener los bienes y servicios que deseaba, bienes y servicios que producíamos para conseguir el lápiz que queríamos…
Es aún más sorprendente que el lápiz se haya fabricado. Nadie sentado en una oficina central dio órdenes a estas miles de personas. Ningún policía militar hizo cumplir las órdenes que no se dieron. Estas personas viven en muchos países, hablan diferentes idiomas, practican diferentes religiones, incluso pueden odiarse entre sí, pero ninguna de estas diferencias les impidió cooperar para fabricar un lápiz”.
En medio del estancamiento secular que hemos comentado aquí—crecimiento per cápita promedio de 0,3% entre 2014 y 2023—y de la politización de la gran mayoría de los sectores de la economía, la industria camaronera viene a ser como un rayo de luz.
La producción de camarones experimentó un crecimiento anual promedio de 20% en cantidad de libras producidas entre 2014 y 2024. En el Global Shrimp Forum realizado esta semana en Utrecht, Holanda, el CEO saliente de Skretting, destacó este crecimiento y lo comparó con el crecimiento de apenas 8% de la India durante el mismo periodo. Ecuador hoy contribuye aproximadamente 26% a la producción global de camarón. En este foro se preguntan qué hacen en Ecuador para producir tanto camarón a un precio tan bajo.
Las respuestas son variadas, pero reveladoras. Varios expertos en acuacultura dicen que, en Ecuador, luego del virus de la mancha blanca se adaptó el protocolo darwiniano de supervivencia de los más aptos, mientras que en otras partes del mundo se aplicaron protocolos de aislamiento e intentos de desarrollar animales libres de patógenos. En Ecuador se hizo exactamente lo contrario: exponer a los animales a los patógenos para desarrollar unos que sean resistentes.
Esto está relacionado con la mayor libertad que tienen los camaroneros, comparado con otros empresarios como los bananeros. Mientras que el Estado fija el precio de la caja de banano, interviene en los contratos, y prohibió nuevos sembríos, la producción y exportación del camarón ha gozado de un régimen mucho más liberal. En parte es suerte, pero también tiene que ver con que los camaroneros tradicionalmente se han opuesto a los múltiples intentos de intervención por parte de los políticos.
En cambio, el petróleo y energía estatizadas demuestra cómo se puede arrastrar hacia abajo el crecimiento de la economía.
El camarón diría: “Yo, el camarón, aunque parezco sencillo, merezco su asombro. Nadie en algún ministerio dio órdenes para que yo existiera. Ningún policía militar hizo cumplir las órdenes que no se dieron. Existo gracias a las acciones de miles de personas que por sí solas no pueden producirme, pero que con su conocimiento particular logran cooperar entre sí para que yo llegue a cada vez más platos alrededor del mundo”. (O)