Ver Machu Picchu me produjo orgullo y, concretamente, orgullo ecuatoriano. Me explico, me enorgullece que no tengamos algo similar, un palacio construido por esclavos, mientras los pueblos de nuestro país constituían una sociedad libre. Ya los oigo murmurar incómodos, es que la civilización, pero los incas, mira la cultura… ¡Nada! Aquí había una cultura sofisticada, como se puede ver en sus exquisitas realizaciones en orfebrería, alfarería y tallado; desarrollaron una astronomía avanzada, que les servía para la agricultura y para sus navegaciones oceánicas. También su sistema de comunidades entrelazadas en una compleja trama de intercambios y compensaciones, que Frank Salomon llama “el archipiélago”, era una creación viva y singular. Por eso se opusieron con tanta bravura a la invasión inca, resistiendo por medio siglo a una fuerza militar muy superior. Y luego se aliarían con los españoles para liberarse de sus tiranos… desgraciadamente pronto, y no por última vez, los pueblos ecuatorianos querrán “libertarse de los libertadores”.