¿Sabía usted que reportes del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) señalan que hace 3 mil años existió una población indígena en pleno centro de lo que ahora es Guayaquil? En los terrenos que hoy ocupan el Palacio de Justicia y la Casa de la Cultura Ecuatoriana había un asentamiento Chorrera (1.200 a.C.-300 a.C.), mientras que también se han estudiado restos en La Atarazana, cerca de la Playita del Guasmo, en los predios del asilo Alejandro Mann (cultura Guangala, 100 a.C.-800 d.C.), en el colegio 28 de Mayo y en la estación de bomberos del kilómetro 4,5 de la vía a Daule (Manteño-Huancavilca, 800-1535). Así lo indica el arqueólogo guayaquileño Jorge Marcos sobre un tema muy poco abordado por el pensum de estudios de varias escuelas y colegios: quiénes habitaban nuestro territorio cuando los españoles llegaron a estas tierras.

José Antonio Gómez, director del Archivo Histórico del Guayas, lo explica: “Nuestra historia no comienza con la conquista hispana, aunque así se ha querido que la veamos. Lo nuestro empieza mucho antes. En nuestro extenso y fértil territorio costeño había culturas, religiones, señoríos, cacicazgos, organización política, acciones guerreras, activo y extenso intercambio comercial”.

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El historiador Enrique Ayala Mora aborda el tema en su libro Resumen de Historia del Ecuador: “Para los conquistadores, los pueblos conquistados no tienen historia. Pero la historia de lo que hoy es Ecuador no comenzó con la conquista. Los pueblos aborígenes no fueron meros receptores, sino actores de un proceso iniciado milenios antes”.

Por ello a continuación mencionamos algunos datos interesantes que en pocos minutos de lectura nos permitirán echarle un rápido vistazo a lo que sucedió mucho antes de que en 1531 Francisco Pizarro llegara al golfo de Guayaquil con sus hombres, barbas, carabelas, caballos y ambición de conquista.

Caminantes del norte
A pie y tiritando del frío. Así llegaron los primeros hombres al continente americano tras atravesar el estrecho de Bering, que separa América del Norte (en el área que hoy es Alaska) con el norte de Asia. Y esa caminata se produjo hace unos 40 mil o 25 mil años antes de Cristo, según Ayala Mora, gracias a que las bajas temperaturas de esa zona norteña desde siempre han congelado el agua para edificar una ruta pedestre que primero los llevó al norte de este continente, pero con el paso de miles de años y de sus pies descalzos los hizo avanzar en dirección sur en búsqueda de nuevos territorios, comida y mejores temperaturas, es decir, de su muy ancestral y particular sueño sudamericano.

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Esa ruta tardó un montón de años en traerlos a lo que hoy es Ecuador, porque muchos arqueólogos consideran que los vestigios humanos más antiguos en este territorio tienen unos 12 mil años de edad y fueron descubiertos en el yacimiento denominado de El Inga, en la zona del Ilaló, cerca de Quito. Sin embargo, Marcos señala que los restos de El Inga no son necesariamente los antecesores de los pobladores del Ecuador, sino simplemente contemporáneos, porque nuevas investigaciones concluyen que había poblaciones más antiguas en otras áreas de este territorio, especialmente en la península de Santa Elena.

Prueba de ello es el asentamiento de Las Vegas, ubicado cerca de la ciudad de Santa Elena, cuyos restos datan de fechas similares y hasta anteriores a las encontradas en El Inga, señala Marcos. Este sitio ha sido estudiado también por científicos extranjeros, como la arqueóloga norteamericana Karen Stothert, quien desde 1977 investigó una muestra de artefactos hechos de piedra, huesos, concha y restos de una fauna marina y costanera, además de varios enterramientos humanos.

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Un estudio de Gerardo Ardila, de la Universidad Nacional de Colombia, y Gustavo Politis, del Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (publicado en la página web de la biblioteca colombiana Luis Ángel Arango), señala: “Esta gente explotó una variedad amplia de recursos, con una tecnología sencilla pero adecuada, en un medio algo seco pero provisto de muchos ambientes diferentes que incluyeron una zona marina productiva. Fueron cazadores, pescadores y recolectores; la falta de una especialización tecnológica es interpretada como una prueba de que no llegaron a depender de ningún recurso en particular”.

El espíritu de superación estaba presente en nuestros ancestros porque con el tiempo desarrollaron técnicas agrícolas complejas como terrazas de cultivo y canales de irrigación para que la tierra produzca productos como la yuca, el maíz y la papa, según Enrique Ayala Mora, quien agrega: “Cuando en el Ecuador el desarrollo agrícola tenía milenios –no olvidemos que ya en Las Vegas hay vestigios de agricultura– aparecieron aquí culturas agroalfareras. La más antigua que ha sido detectada es la denominada Valdivia”, que floreció unos 4.000 a.C. y fue descubierta hace 50 años en las proximidades del pueblo de Valdivia, en la península de Santa Elena, por Emilio Estrada Icaza, arqueólogo guayaquileño que con este hallazgo puso al Ecuador en el mapa de la arqueología mundial porque Valdivia es aún considerada por muchos como la cultura agroalfarera más antigua de América.

Los anfitriones de los españoles
Las excavaciones demuestran que los habitantes Valdivia (4.000 a.C.-1.800 a.C.) y posteriormente las culturas Machalilla (1800 a.C.-1.500 a.C.), Chorrera (1.500 a.C.-500 a.C.) y Milagro-Quevedo (400 a.C.–1532) ocuparon amplios territorios que hoy corresponden al Guayas y otras provincias de la Costa; sin embargo, resulta especialmente interesante conocer quiénes fueron los pueblos indígenas que recibieron la inesperada visita de los españoles en este territorio.

Se trataba de los Manteño-Huancavilca (800-1.535), quienes por ser la última cultura precolombina en la región Litoral observaron desde sus poblados costaneros las extrañas carabelas europeas que por primera vez surcaban estas aguas ecuatoriales. La página web del Municipio de Guayaquil (www.guayaquil.gov.ec) indica que esta cultura ocupó amplias zonas desde el norte de la actual Bahía de Caráquez hasta la isla Puná, mientras que al oeste limitó con el Océano Pacífico y por el este con las colinas del sur de Manabí.

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José Antonio Gómez Iturralde cuenta que ellos fueron los primeros navegantes de veleros de América, ya que recorrían en balsas desde el Perú hasta Acapulco (México) abarcando grandes distancias en mar abierto en la práctica de un activo comercio. Sobre ello cuenta una anécdota en un estudio publicado en el sitio www.archivohistoricoguayas.org: El célebre navegante y piloto de la conquista del Perú Bartolomé Ruiz, en su segundo viaje recibió de Pizarro la orden de explorar las costas en busca de alimentos y agua. Mientras navegaba frente a la bahía de San Mateo avistó una vela en el horizonte. Sorprendido, pues sabía que ninguna otra expedición se había hecho a la mar antes que él, enrumbó hacia esta nave con el ánimo de abordarla. Mas, se encontró con una balsa oceánica puneño-manteño-huancavilca que navegaba rumbo al norte.

Ruiz, en su bitácora, indica detalladamente su encuentro con la embarcación, sus tripulantes y lo que en ella se transportaba: “Traían muchas piezas de plata y oro para el adorno de sus personas, para hacer trueque con ellas con quien iban a contratar, que intervenían coronas y diademas y cintos y pañetes y armaduras, coraza de piernas y petos y tenacelas y cascabeles (…) tazas y otras vasijas para beber (…) traían muchas mantas de lana y de algodón y camisas y aljujas y alcaceres y aleremes y otras muchas ropas todo lo más bello muy labrado de labores muy ricas, de colores de grana y carmesí y azul y amarillo”, señala el registro.

Gómez afirma que su habilidad como navegantes y comerciantes les permitió adquirir un contacto cercano con otros habitantes de las costas de América del Norte y del Sur, el cual no tuvieron los pueblos andinos porque permanecieron mayormente entre las montañas. Y fue precisamente su cercanía al mar por la que Guayaquil fue finalmente asentada en este territorio el 25 de julio de 1547 en el Cerrito Verde, hoy cerro Santa Ana, sitio en que con la llegada de los españoles concluyó una etapa histórica que nos ha heredado el espíritu comerciante, nuestro contacto emocional con el río y nuestra preferencia alimenticia por los pescados, mariscos y productos agrícolas como la papa, la yuca y el maíz, entre otros aspectos culturales. “Por ello ignorar los detalles de esa etapa es como ignorar quiénes somos y de dónde provenimos”, concluye Marcos.