Imagen de la Edad Media: grandes descampados en los que, a distancias aleatorias, surgen castillos de altas torres, protegidos por gruesos muros, con puertas levadizas que impiden el ingreso a visitantes inoportunos. Allí vivían los señores rodeados de sus cortes. Salir era peligroso, en los campos, en los caminos, acechaban bandoleros y enemigos, dispuestos a asaltar, raptar y matar a los transeúntes, de manera que los castellanos solo lo hacían acompañados de escoltas. Quienes, por su fortuna o clase, no podían procurarse tal compañía, transitaban librados a la velocidad de su montura, a su valor para enfrentarse con los malos o a modestas bolsas con las que podían sufragar las exigencias de los malhechores. Las vías también llevaban a las ciudades, a los burgos, poblaciones rara vez muy grandes, en las que se desarrollaban negocios y artesanías. En estos conglomerados estaban los mercados permanentes o ferias eventuales. Podemos añadir características, variantes y detalles, pero el esquema básico de tales sociedades era como se describe.

Elecciones seccionales de Ecuador 2023

No se necesita mucha imaginación para encontrar parecidos entre el medievo europeo y la Latinoamérica actual. Las clases más poderosas viven en ciudadelas fortificadas, con seguridades electrónicas y guardias armados que controlan férreamente los accesos. Otra versión moderna del castillo son las altas torres de departamentos “de seguridad”, en los que igualmente se parapetan los señores, que solo los abandonan acompañados de cohortes de guardaespaldas, choferes y niñeras. En una y otra solución hay versiones de lujo, ejecutiva y sencilla. Las cabalgaduras poderosas, tipo normando, o veloces, de estirpe árabe, tienen su equivalente sociológico en los vehículos blindados, grandes o veloces, en los que también saltan a la vista versiones de todo precio. Las calles comunes y corrientes quedaron literalmente para “el de a pie”. Los mercados, aunque sobrevive la clásica feria, en la vida cotidiana han sido remplazados por el centro comercial. “Mutatis mutandis”, es el latinajo que se usa en estas comparaciones, es decir, “cambiando lo que hay que cambiar”, la similitud entre los dos tipos de sociedades no es casual ni despreciable.

Los reyes en la época feudal constituían el gran aliado y la mayor amenaza. Ahora lo es el macroestado burocrático, mirado con desconfianza, pero al que se apela en última instancia. Del derecho romano, exquisito como la Eneida, se pasó al derecho feudal, recio como el Poema del Cid, que encuentran su avatar moderno en el derecho racional, complejo como la novela psicológica o, más hacia el siglo XXI, banal como un best-seller. Había hace un milenio caudillos populistas, de origen plebeyo o miembros de la nobleza menor, con gran poder de movilización pero que, al no buscarlo, no lograban cambiar el esquema, a lo más cambiar de rey que no era mucho. Me asaltaron estas meditaciones el domingo anterior, al constatar la abstención de las clases poderosas en el proceso electoral, dominado por caudillos emergidos de estratos populares o de sectores medios. No parece que vayamos a vivir un cambio de estructuras, sino que habrá nuevas mediaciones. (O)