Curzio Malaparte escribió en 1928 un libro con este título. Lo he recordado a propósito del levantamiento organizado por la Conaie. Describe con inteligencia varios modelos de golpe de Estado y dedica algunas páginas al golpe bolchevique ejecutado por Trotsky, en octubre de 1917, con el que se inició la dictadura del proletariado y la construcción de la sociedad socialista en Rusia, y luego la URSS.

Cuidado les den el muertito que anhelan para cohonestar su causa. Firmeza y astucia para mantenerse en el gobierno e impedir la anarquía.

Uno de los medios para la revolución es la huelga general. Con ella se paraliza un país, se suspenden los servicios públicos, el Gobierno pierde el control de la fuerza pública, y los grupos dirigentes de la revolución toman el poder e imponen una dictadura. En la ortodoxia marxista, la dictadura del proletariado debe combatir cualquier oposición, por cualquier medio que no excluye el asesinato de los dueños de los medios de producción. Quedan abolidas las libertades y la propiedad privada, para permitir que surja la sociedad socialista. Esto pasó en la Unión Soviética y duró más de 70 años. No llegaron a la sociedad comunista porque en la práctica el socialismo fue incapaz e injusto. Sacrificó millones de personas para luego estallar y dar paso a la dictadura Putin.

El bloqueo y cierre de las principales carreteras del país impide la libre circulación de bienes y servicios. Es un delito que con más o menos palabras tipifica el Código Orgánico Integral Penal porque vulnera derechos esenciales de las personas. Además, una paralización indefinida ataca la estructura del Estado y su gobierno elegido por todo el pueblo. Los dirigentes de este bloqueo se sienten muy fuertes para desafiar al Estado de derecho y tratan de justificar su acción acusando al Gobierno de no cumplir con sus ofertas y, todavía peor, negociar con el imperio y someterse a las exigencias del FMI. Tal vez prefieran los préstamos chinos con tasas de interés usurarias o alguna fuente desconocida de capital. Nuestro país no tiene capacidad de ahorro. Este surge cuando se gana más de lo que se gasta, pero aquí las mayorías desempleadas no tienen ni para comer. Los Gobiernos tratan de crear empleo, pero ¿qué capitalista quiere venir a un país donde se sataniza la inversión?

Estos dirigentes que no saben distinguir un litro de un galón, cuya visión de país está limitada por horizontes de altas montañas, que no quieren superar los complejos de antiguas injusticias cometidas del pasado y más bien alientan rencores y alimentan el odio; estos dirigentes saben que pueden organizar los paros y bloqueos que quieran, porque encontrarán en los parlamentarios la complicidad o el temor para que los amnistíen y sus delitos queden impunes. Pero no olvidados, por más que lo pretendan con el nombre de la generosa y humanitaria garantía. Son reincidentes en el abuso del derecho.

Para peor, no veo en el gabinete presidencial al hombre adecuado para estas difíciles circunstancias. Haría falta un Lucho Robles o un Camilo Ponce para fajarse firme y combatir con habilidad y respeto a los derechos humanos.

Cuidado les den el muertito que anhelan para cohonestar su causa. Firmeza y astucia para mantenerse en el gobierno e impedir la anarquía. (O)