“El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes”, decía Winston Churchill (1874-1965), el reconocido primer ministro de Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial.

Durante algún tiempo he estado interesado en las distintas formas de manejarse en situaciones de adversidad. Gran parte de la información que he recabado se concentra en la necesidad de que el ser humano, como persona, esté apto para poder enfrentar los desafíos que tiene por delante. Para esto es necesario implementar alguna metodología que nos permita manejarnos con calma, reflexión y decisión en medio de la tormenta.

En medio del torbellino

Abraham Lincoln (1809-1865), el decimosexto presidente (1861-1865) de los Estados Unidos, vivió momentos de altísima tensión durante la Guerra Civil de ese país (1861-1865) que enfrentaba a los estados del norte contra los del sur.

En un momento dado, el grupo de estados del sur, rural y proesclavitud, emprendió una estampida contra el líder, que bregaba por la unión de los estados y la eliminación de la subyugación.

Las tareas del líder

En la primera batalla conocida como el Bull Run, Lincoln y sus aliados fueron derrotados abrumadoramente; sus decisiones no habían sido las correctas y tuvieron que armar un nuevo plan.

Lincoln sintió la soledad del poder; sus decisiones eran suyas y nadie podía reemplazarlo siendo el comandante en jefe. Los pensamientos negativos, la furia y la frustración invadieron al entonces presidente.

Para estos momentos de máxima tensión, Lincoln tenía una particular metodología: manejaba su soledad y la presión de sus pensamientos con caminatas en las noches por los largos pasillos de la Casa Blanca. También tenía la costumbre de arrimarse a una pared a pensar sobre sus actos y en otras ocasiones contaba chistes a sus colaboradores. Son distintas rutinas que estableció para así poder aclarar su mente y calmar su ímpetu.

Perfiles de gobernantes

Parecen cosas externas a la vida pública o empresarial, pero saber manejarnos, reconociendo lo que tenemos y de lo que carecemos, es una ventaja al momento de enfrentar una situación de crisis.

En la vida actual, poco nos detenemos a pensar en la forma de aproximarnos al día a día, y muchos esperamos solo un resultado, sin trabajarlo correctamente y, menos aún, haciéndolo con disciplina, es decir, todo el tiempo.

En la política o en la vida cotidiana, uno debe tomar decisiones a diario en un entorno altamente complejo. Para tener suceso es necesario contar con un método que nos permita asimilar la situación, aceptando la realidad a la que nos enfrentamos y buscando la calma necesaria para responder con un plan a la altura del desafío. Debemos estar fuertes de mente, de corazón y de cuerpo, es el trabajo personal que nadie más lo puede hacer por nosotros. Así es como defino a una persona útil, alguien que pueda hacer que las cosas pasen o funcionen beneficiando a la mayor cantidad de personas como le sea posible.

Al mando de una nación se necesitan personas útiles, no importantes, aquellas que dejen marcada una impronta. Que cambien el curso de las cosas, que lo banal sea secundario y que lo importante sea estar y ser mejor que ayer. (O)