El fenómeno de que los planetas pueden alinearse se refiere al hecho de que todos se sitúen al mismo lado del sol y sean, por lo tanto, visibles de ese mismo lado.

Es tan difícil que esto suceda, que se dice que hasta el siglo XXV esto no volverá a ocurrir. En otras palabras, el que “los astros estén alineados” se usa coloquialmente para describir un hecho que realmente es difícil que suceda.

En los años 1998 y 1999 los astros se alinearon: el petróleo cayó al precio más bajo en términos reales desde los años 80. El fenómeno de El Niño sacudió gravemente a la estructura productiva y la infraestructura del país. La mancha blanca asoló a las camaroneras. La falta de control sobre el sistema financiero produjo graves desviaciones de crédito dentro del sistema. La crisis fiscal se dio y se unió al problema financiero y el país vivió un drama que tuvo mucho dolor, millonarias pérdidas de patrimonio, una gran crisis social y política. Eso dio paso a la dolarización de la economía.

Veinticinco años después, los astros se están alineando. La deuda interna y externa ha llegado a límites muy peligrosos en su relación con el PIB, pero mucho más grave, el servicio de la misma, es decir, lo que hay que pagar de intereses y amortizaciones está más allá de las capacidades financieras del Estado. Los subsidios se han ido incrementando al punto de representar 8 % o más del PIB, sencillamente insostenible. La caja fiscal arroja un déficit de 1.500 millones de dólares para el período enero-junio del 2023. El presupuesto deja ver un hueco de 3.000 o más para el año. El IVM, fondo de invalidez, vejez y muerte, está actuarialmente insolvente y muy pronto, tal vez en dos o tres años, no podrá hacer frente a sus obligaciones del pago de las jubilaciones del Ecuador. La Reserva Monetaria internacional ha ido perdiendo liquidez, y a la fecha de hoy, sacando el oro monetario de la misma, lo que existe de “cash” no llega a 2 mil millones de dólares. El problema de tasas de interés, ridículamente fijadas por ley y por un complejo sistema de regulaciones absolutamente antitécnicas, está poniendo gran presión en el mercado, haciendo que el crédito se dirija al consumo, y que se produzca un arbitraje regulatorio a favor de instituciones como las cooperativas menos reguladas que los bancos. Y para colmo, sobre el Ecuador se cierne no solamente la amenaza de El Niño, sino la del Sí de la consulta sobre el Yasuní.

Entonces, al igual que en 1999, los astros se están alineando, y pueden todos ponerse del mismo lado del sol con un potencial efecto devastador sobre la economía ecuatoriana, con un impacto no solo fiscal y de balanza de pagos, sino ya sobre todo el tejido social, como fue el impacto de la gran crisis de 1999.

El no resolver en los próximos 24 meses estos temas, en especial subsidios, crisis fiscal, tasas de interés y el problema del IESS, nos llevará a una crisis demasiado seria. Y lo más grave de esto es que no se la discute en el país. En la campaña nadie menciona los enormes riesgos sobre los cuales está transitando esta sociedad, y peor aún las soluciones que deben adoptarse para estos problemas.

Ese optimismo perpetuo de que somos un país corcho es ridículo. Éramos de corcho en 1999, pero el país se hundió y fuimos de corcho antes de la revolución juliana, y el país tuvo una crisis de proporciones también gigantes. Ahora seguimos creyendo que somos de corcho, y con ese ridículo argumento nos ponemos una venda y no entendemos que la confluencia de todos estos problemas por la sinergia entre los mismos hundirá al corcho como pasó en 1999. Ahí tuvimos como salida dolarizar, y ¿cuál sería la salida ahora?

El próximo gobierno debe ser uno de transición, uno en el cual se taladre sobre el entendimiento de todos los habitantes de este país que las cosas no pueden seguir como están, y que se requieren decisiones enormes, sacrificios grandes, y un conjunto de políticas que vean el todo de la sociedad y no solo un problema aisladamente.

Recuerdo haber escrito en este Diario, desde el exilio, y 15 meses antes de que el país se dolarizara, que no había ya espacio para sostener la moneda propia. Se tardó 15 meses en tomar la decisión. En octubre del 98, cuando escribí sobre el tema, se habría podido dolarizar a 7.000 sucres y la crisis habría sido mucho menos grave.

Hoy estamos en una situación similar. No se trata de dolarizar, sino de resolver el tema subsidios, el tema de las tasas de interés, el tema del fondo de invalidez, vejez y muerte, es decir, el sistema de pensiones, en lo cual debe incluirse al Issfa e Isspol, que están igualmente quebrados en su proyección actuarial. Si estas cosas no se hacen, que por supuesto no son las únicas que esta sociedad debe resolver, los astros estarán alineados, y Dios nos proteja de las consecuencias sociales y políticas de lo que tal alineamiento significará. (O)