Hace algún tiempo, un niño de aproximadamente 12 años tocó el timbre de una casa, abrió la dueña y le preguntó qué deseaba. El chico le mostró una lista de libros y útiles escolares y le dijo que había terminado la primaria, se matriculó en un colegio secundario, pero si no tenía los materiales no podría seguir. La señora le ayudó.
Pasaron los meses y al final del año escolar el mismo chico tocó el timbre para mostrarle las notas con las que había aprobado y pedirle ayuda para el segundo curso; ella lo apoyó. Esto sucedió durante seis años, al final de los cuales el niño convertido en un adolescente tocó el timbre, esta vez, para agradecer y mostrar su título de bachiller. La señora le preguntó qué iba a hacer después, y respondió que haría las pruebas necesarias para poder ingresar en la Espol, y lo logró. Aprobó todos los exámenes.
Al año siguiente, tocó el timbre nuevamente, pero esta vez no era para hablar de los estudios, sino para pedirle que le ayudara a conseguir un empleo, pues ya no podría seguir estudiando: su familia era de cuatro hijos, el padre los abandonó y no contribuía con ningún dinero, su madre trabajaba incansablemente para mantener a la familia, pero ahora estaba enferma y no podía. Meses después, este joven, brillante estudiante, vendía botellas de agua en la calle. Pasó algún tiempo hasta que consiguió un trabajo, en el cual laboró casi un año, hasta que hubo reestructuración de la empresa y recorte de personal. Decidió dar clases de Matemáticas en su barrio para los chicos que estaban mal en esa materia. La realidad no le permitía cobrar más de cinco dólares. Pero no se resignó a dejar una carrera universitaria, se matriculó en la Universidad de Guayaquil y está estudiando por las noches para obtener el título de profesor de Matemáticas mientras trabaja en lo que consigue.
Esta historia es real y estoy segura de que habrá muchas más y en este caso, el protagonista fue perseverante, venciendo muchas dificultades, pero es una excepción, la realidad económica y la deficiente educación son la raíz de muchos males: elegir la vía del delito, convertirse en un vagabundo, emigrar. Otros habrán perdido oportunidades y el país habrá desperdiciado muchos talentos no cultivados.
Escribo esto en estos días porque creo que el nuevo gobierno tiene la oportunidad de resolver algunos de los problemas presentados en este caso: los chicos que se quedan sin estudiar porque no pueden cubrir los gastos de los útiles necesarios; el padre que abandona a sus hijos sin responsabilizarse de mantenerlos; la madre que se enferma y no puede cubrir los gastos de sus medicamentos; la dificultad del joven para conseguir empleo. Ciertamente, todas las carencias están relacionadas con la economía y cambiar esa realidad es el principal desafío de cualquier gobierno. Pero esto requiere que las diversas funciones: Ejecutiva, Legislativa y Judicial, y la sociedad civil asuman la responsabilidad de ser creativas e innovadoras, con nuevas iniciativas que ofrezcan más oportunidades de trabajo, pensando prioritariamente en el país y sus ciudadanos, porque mientras haya seres humanos que no tengan acceso a ejercer todos sus derechos, no habrá verdadero desarrollo ni auténtica democracia. (O)