Explicable preocupación han causado en círculos profesionales los avisos en medios de comunicación promocionando la venta de plántulas introducidas al país supuestamente tolerantes a Fusarium R4T (mal de Panamá), sin que se hayan cumplido fielmente los protocolos oficiales, poniendo en riesgo a nuestra principal riqueza agrícola, lo cual coincide con las noticias de que esa terrible enfermedad se ha desparramado en el vecino Perú. De acuerdo con el compromiso entre la empresa importadora Galitec y el Iniap, era necesario someterlas a pruebas en ensayos a realizarse en varias zonas productivas del país, porque los esquemas ambientales son cambiantes e influyen en la reacción de las plantas a las enfermedades. Solo se han efectuado en dos lugares, en Santa Elena y Quevedo, insuficientes para representar al conjunto bananero ecuatoriano y su diversidad climática, observándose en uno de ellos infección por virosis, que es una patología devastadora tanto o más grave que la que se pretende evitar.

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En la gestión del ministro de Agricultura, Pedro Álava, en este mismo régimen, se autorizó la importación para investigación de 4.600 plantitas de la variedad Formosana 218, con previa inspección a los laboratorios y cultivos en Sudáfrica, donde no se ha reportado ese mal, cumpliendo los requisitos para su nacionalización, siendo objeto de escrupulosos análisis, con estricto rigor científico, bajo responsabilidad del Iniap, incluyendo cuarentenas y constatación en campos de adaptación durante 40 meses no observados, además de la verificación de calidad de la fruta, resistencia al estropeo en viaje trasatlántico, condiciones de maduración, días de permanencia en percha y el fundamental acople a las prácticas e idiosincrasias locales, sabiéndose que ese tipo de musácea se torna susceptible a R4T después de dos o tres ciclos, necesitándose nuevas, sucesivas y costosas siembras, perdiéndose la connotación social de estos plantíos volviéndolos elitistas, desapareciendo a los pequeños cultivadores.

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La ligereza comercial es de tal magnitud que se oferta convertir al Ecuador en un centro de propagación y distribución mundial de ese cultivar, sin abrir la posibilidad de otros tipos también aprobados como tolerantes por otra empresa autorizada para hacerlo. Ni la amenaza que significa que los vecinos Colombia y Perú ya la tengan justifica la premura, violentando tiempos y la necesaria determinación de conveniencia nacional antes de asumir el acceso de un millón de plántulas, suficientes para reconvertir 600 hectáreas, que reemplazarían a las actuales, porque nuevas están prohibidas por mandato legal.

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Debe suspenderse la medida hasta que sea analizada en profundidad por el nuevo gobierno, garantizando la sostenibilidad bananera, que acredita un gran aporte a la economía, liberándola de un inminente peligro. La distribución de especímenes que mejor se comporten frente al terrible mal solo debería ejecutarse cuando estén absueltas todas las interrogantes, no hacerlo sería ubicar en el despeñadero a un motor de la vida nacional, la historia juzgará a quienes no asuman la obligación de proteger este preciado bien agrícola. (O)