A través de esta columna, y en múltiples ocasiones en entrevistas, quien escribe ha mencionado que el problema más grave del Ecuador es que no entiende sus problemas.

El proceso de venta del Banco del Pacífico es otra instancia en la cual esta aseveración muestra ser cierta. Muchos dicen: ¿Por qué si deja utilidades hay que venderlo? Todos quienes han usado esta frase ¿han mostrado cuántas utilidades ha distribuido el banco para que con ellas el Estado haga obras sociales, compre medicinas o realice obra pública? Quienes esto dicen, o reclaman por la posible venta, ¿han explicado que por la naturaleza de su actividad los bancos normalmente capitalizan sus utilidades, pues sin un crecimiento de capital no puede el banco crecer?

Porque, sencillamente, el Estado no está ni para ser banquero, ni para ser industrial, ni para ser empresario.

Si la lógica de que el banco da utilidades es la clave para que el Estado sea dueño de un banco, ¿por qué entonces no compra empresas que den utilidades? Porque, sencillamente, el Estado no está ni para ser banquero, ni para ser industrial, ni para ser empresario. Prueba de ello es el desastre de Tame, en su momento de Ecuatoriana de Aviación, de Aztra, de Petroecuador, cuyas mafias dejan como niños de pecho a los de Al Capone, para citar pocos ejemplos de los muchísimos que hay entre las empresas y actividades “empresariales” del Estado.

Y quienes dicen por qué venderlo no hablan de la historia de pérdidas del Banco de Fomento, de la cartera vencida de la CFN cargada de créditos irresponsablemente concedidos como favores políticos y por otras peores razones, de las pérdidas de BanEcuador y de lo más trágico de todo, el horror del Biess, que maneja el ahorro de los ecuatorianos, el cual tiene el récord mundial de cartera vencida hipotecaria con dos dígitos, y sin añadir que más del 10 % de esa cartera no está legalmente constituida. Y aun con este historial de la banca pública, dicen algunos: ¿Por qué venderlo?

El Banco del Pacífico ha sido “limpiado” en un año. Se ha reducido su personal, se han cerrado oficinas improductivas, y con esto su proyección de utilidades es mayor que antes. Pero cuando este proceso de sana administración se daba, los mismos que hoy dicen que no hay que venderlo, decían que se estaba acomodando el banco para favorecer a tal o cual persona o institución, sin ninguna justificación para esta afirmación.

Los dueños de los bancos son por sobre todo los depositantes. Cuando un banco presta dinero, el 90 % de esos recursos es fundamentalmente de los depositantes. El 10 % es del capital del banco. Por lo tanto, a quienes hay que cuidar y proteger es a esos depositantes, más que a los dueños del capital del banco. Y esto no lo hace bien un banco del Estado, baste ver el Biess con sus desastrosos resultados acumulados desde el inicio de su gestión.

Ojalá se venda el Banco del Pacífico, y que esos recursos sirvan para aportar en gasto social, que tanto el país lo necesita.

Hasta que eso suceda, esperemos que los detractores de oficio, y los fanáticos del Estado, empiecen a entender cuál es el rol del Estado; ciertamente no es el ser banquero. (O)